Cuando todo el mundo pensaba que ya no quedaba más teología que hacer, viene el papilla Benito XVI, coge, agarra y dice que el limbo no existe. ¡Atiza! Pues uno pensaba que, si existía algo, era precisamente el limbo, porque no puede decirse que esté muy claro todo lo demás. Pero Benito, o Benedicto XVI, que queda más culto, ha resuelto que deje de estar en la inopia la cuestión y que se defina. Me parece muy bien, eso es aumentar la misericordia de Dios, que siempre ha sido mayor que la que han querido medirle los sastres de San Perico, titulares de la herejía catolicarca. He visto que ese otro papa, el de Gallimard, Juan Goytisolo, al que habría que llamar Gaitisolo por las gaitas que se cuece, ha escrito al respecto un articulo (la falta de tilde va con segundas, y aun con terceras), que no he leído porque me imagino ya qué va a decir
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