¿Qué justifica nuestra entrada en el mundo? La ciencia, el arte y la ética, quizá. León de Arroyal, el pensador manchego de adopción al que burlándose el ambicioso Forner llamaba Cleón, sin duda por las veleidades popularistas y revolucionarias de su pensamiento, encontraba la justificación en el derecho natural emanado de la biblia, más en concreto del Génesis, y del Mundo. "Creced y multiplicaos". De esa semilla hace nacer, en las segundas Cartas económico-políticas al Conde de Lerena, todo un esbozo de Constitución que si se hubiera adoptado cuando era menester en vez de ese aborto informe llamado Constitución de 1812 otro gallo nos cantara. Sólo hay que leer la fórmula de la proclamación de derechos de 1812 para reírse de ella y no parar, así como eso de que los españoles han de ser "buenos y benéficos", ¡ay Jesús! ¡Y cuánto cura ha tenido nuestra cultura que soportar! Sin ser menos cristiano, -él se llamaba católico sin preocupaciones, es decir, sin 'prejuicios' en la lengua de la época-, deja los derechos como debían estar en esa época y pregona una educación pública mínima que ya es un avance por lo pública y por lo mínima, en vez de dejarla en manos de los sacristanes.
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