La del perro Paco, la del regreso de Martín Guerra, la del alma de Garibay, la de Eos y Titono, la de la búsqueda de Gilgamesh, la de la pedrea de Eulogio Florentino Sanz, la de Álvaro Retana, los milesios de Petronio, la de Gento y Antonio Gala o Gala y el museo (entre otras muchas suyas); el estruendo en la sala, la diferencia entre gerundio y participio y la incomodidad de la cumbre, de Camilo José Cela; Las relaciones paternofiliales de la familia Dalí; la errata de Pablo Neruda; la tachadura del capitán Contreras; la de la sesión espiritista de Groucho Marx; cualquiera de Somerset Maugham o de las que se oyen en Hablar por hablar; la de la granada en el Congreso; la del verdadero sentido de Edipo y la Esfinge; la del verdadero sentido del romance del infante Arnaldos; la del romance del conde Olinos; la de Rubén Gallego; la de otro gallego, Ramón Sampedro; la de Vázquez y sus sastres; la de los zapatos del padre de Lorenzo Villalonga; la del etarra que mató al que le salvó la vida de niño; la de mi amigo Federico; la de las dos palomas; la de la prisión de Edmundo Dantés y el abate Faria; la del pastor volador Diego Marín Aguilera; la de Ubaldo Pasarón o Pajarón; la de los viajeros a Abilene; la de Blas de Lezo; la del otro Blas, el que se jugó la vida en el reino de Siam como otro Francisco Pizarro; la del padre, el hijo y el burro que cuenta Juan Manuel; la del dedo gordo de la mano...
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