lunes, 11 de febrero de 2008
Alma
Es curioso que llamen eterno a un invento que tiene una historia tan corta. Lo más probable es que el alma o vida ultraterrena no la creara Dios, sino algún griego, quizás Pitágoras, o de su época, y fue a parar más o menos platonizada al Cristianismo; los judíos mismos no tenían muy clara una existencia ultraterrena. Otras culturas pensaban sólo en una vida desleída o debilucha, o ni siquiera eso, pensaban en la muerte como el fin. Los que pensaban en la pervivencia no se engañaban tanto como para pensar en la resurrección de los cuerpos y todas esas bobadas; creían que el alma o vida era tan debilucha que no podía hacer respirar o moverse a un cuerpo humano, pero sí podía aparecer en un sueño. Gastaba poca energía: sólo necesitaba comer un día al año las ofrendas que les traían sus familiares, que el cristianismo sustituyó por las flores del Día de los Difuntos. Otras almas más celosas necesitaban merendar más a menudo, e incluso se hacían construir templos para garantizarse la pitanza y escribir libros (que es una tarea sin fin, como escribe el Eclesiastés) para presentarse en los recuerdos y en los sueños de los demás. Es curioso: no podemos conocer el espíritu ni las palabras auténticas de los antiguos, pero sí sus sueños, que fueron recopilados por un griego llamado Artemidoro en su Onirocrítica. Gracias a ellos conocemos algunas de sus obsesiones: ser crucificados, ser esclavos, etcétera. Hay mucho que decir sobre ello, y alguna vez volveré al tema.
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