Público, RAFAEL REIG - MADRID - 16/10/2007 10:38
La primera novela que leí de Millás fue Visión del ahogado, porque la leía mi padre. Seguramente se la había recomendado su amigo Rodríguez Rivero.
Luego leí Papel mojado. Me gustó, y aún me sigue pareciendo una buena novela.
Lo que no recuerdo es cuándo dejé de leer novelas de Millás.
Un buen día dejaron de interesarme las novelas que escribía Millás. Quizá el mismo día (puede que fuera jueves) en que dejaron de interesarle a él las novelas que él mismo escribía.
Lo que sigo leyendo con gran interés son sus columnas. Millás forma parte de ese grupo de novelistas algo impostores porque, en realidad, son grandes articulistas. Millás es uno de los mejores en ese género.
Millás escribió hace muchos años una novela llamada Letra muerta. En ella, un individuo que forma parte de un grupo de activistas clandestinos se introduce en una especie de congregación religiosa a la que detesta. ¿Con qué fin? Para dinamitarla desde dentro o llevar a cabo alguna acción de lucha en el interior. Es una especie de topo. ¿Qué ocurre? Pues que, sin darse cuenta, acaba siendo poseído por el espíritu de cuerpo de la congregación, se apodera de él, acaba convertido en uno de ellos, porque es muy difícil vivir de una forma y seguir pensando de otra distinta, vivir emboscado, hacer una cosa y pensar otra.
Quizá porque, como diría un materialista, son las cosas reales las que modifican las ideas y rara vez las ideas las que cambian las cosas.
Otro versión posible de la misma novela, a ver qué te parece: un escritor milita en defensa de una literatura ambiciosa y de calidad. Detesta el mercado literario, sus trampas y sus pompas satánicas y comerciales. Sin embargo, se introduce clandestinamente en editoriales de prestigio y se presenta a premios como el Primavera, el Nadal, el Planeta, etc. ¿Con qué fin? Para dinamitar desde dentro las trampas del mercado, para ponerlo en evidencia. ¿Qué ocurre? Pues que, sin darse cuenta, acaba siendo poseído por el espíritu de la literatura comercial, se apodera de él, acaba convertido en uno de esos concursantes que ganan premios literarios, en uno de ellos, termina escribiendo aquello de lo que abominaba, porque es muy difícil vivir de una forma y seguir escribiendo de otra distinta, escribir emboscado.
Quizá porque, como diría un materialista, al escribir uno siempre se delata aunque quiera.
También en eso escribir se parece al matrimonio: uno descubre cosas de sí mismo que preferiría no saber.
Por eso nadie escribe para decir algo, sino para escuchar, para que lo que escribimos nos diga lo que no sabíamos de nosotros mismos, para que nos delate.
Así estoy yo, abducido también, esperando a que mis novelas me delaten.
Enhorabuena a Juan José Millás.
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