jueves, 8 de mayo de 2008

Silencio


Andan escritas cuatrocientas notas en este blog o bitácora en más de un año; "lo que puede ser dicho, puede ser dicho claramente; de lo que no se puede hablar, mejor es callar", escribía Wittgenstein al final de su Tractatus, ese que comenzaba "el mundo es todo lo que es el caso", aunque Tierno Galván lo traducía más elegantemente: "El mundo es todo lo que acaece." Wittgenstein era muy remiso a publicar; la biografía que leí de él, creo que de un tal Baum o Eichenbaum, no le hacía justicia, así que habría que escribir otra. Y otra más, a fin de encontrar ese arquetipo para siempre perdido. La lírica ya es un es decir, acaso un mejor dicho, pero también, o eso debería ser, un esto es y un es todo. Equidistante era el sabio Ángel Crespo, quien creía que era un misterio o claroescuro. "Es este ya un mester de tontería / y el que quiera reírse, que se ría", decía yo al final de un soneto.

En el silencio solo me contengo y acaso me atesoro; acrisola mi yo, única cosa que puedo conocer. Me rodeo de lenguajes cuyo sentido comprendo porque es no humano, genuino, no aprendido: el viento entre las hojas, el agua que pisotea las piedras, las pieles y plumas de las nubes que dibujan la voluntad y la escritura en la mente de un Dios que no es un último motor, las sombras sin foco, el barro sin alfarero, el deambular libre de conciencia de un vilano o un remolino de polvo, similar al de esta galaxia, grano de polvo entre otras millones. No sé nada, no quiero nada, no espero nada, no soy nada.

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