miércoles, 25 de junio de 2008

En defensa de los pobres y sufridos padres


Soy padre y también profesor. Hay un día destinado a ver a los padres de los alumnos que estén inconformes con las notas o que quieran ver los exámenes o simplemente charlar o informarse directamente con el docente sobre cómo ha ido su hijo. Para eso estamos también: lo hacemos con gusto y preocupación, pero también con algún temor, porque de todo hay en botica. Uno, porque es competente, ya ha hecho sus deberes y elaborado informes personalizados con tareas para los alumnos durante el largo y cálido y estudioso verano. Pero algunos padres sufren y te hacen sufrir por pura empatía; padecen porque ven a sus hijos sufrir, y tú, como eres padre, sufres también y se te cae el corazón al suelo, de donde lo recoges dolido y dolorido, porque no puedes evitar calar en sus huesos, en sus sentimientos, en su alma, en su todo. Que un hijo te falle es muy duro; que veas que "no llega", también; y, por tu lado, ver a gente humilde y trabajadora, que merece en tu aprecio la máxima consideración, padecer por unos niñatos caprichosos, mindongos, pijos y vagos que no son dignos de tales padres, te destroza los esquemas y te obliga a proferir gritos antisistema , a dar patadas contra las paredes y los cubos de basura de pura rabia, de pura frustración, de puro nonsense.

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