Y tú, hija mía,
que pisas el terreno que abandono:
cuando seas mayor, recuerda
que vivías en el centro del laberinto
que tu padre encerraba.
Cuando seas mayor, olvida
que no siempre tu padre supo llegar hasta ti
a pesar de que sabía que estabas sola
en el centro de todo
porque el amor siempre está solo
en el centro del olvido.
Y sé feliz por un instante
como lo fue tu padre, perdido
entre los muros de los libros
y del mundo
abrazado a ti,
pensando en ti.
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