lunes, 28 de julio de 2008

Necesito unas vacaciones de mí mismo

Estoy cansado de llevar puesto
tanto prejuicio e idolatría,

tanto anuncio y tópico
tantas lluvias ácidas de sudor y de olvido,
enseñando los dientes que me quedan
cuando sonrío a algún trozo de carne por mascar;
harto de trabajar para pagarme el banco
donde me adormilo de día y me agito de noche,
de servirme para morir.

La gente, tan amable como odiable,
suda y se perfuma,
itinera y se estabula, disiente y se congracia,
circula en los carriles de su cinta de Moebius,
y yo quisiera no moverme en absoluto,
acostarme en una nube, como Heidi,
y levantarme en una aurora de no recuerdo
oyendo el viento entre las hojas
o bebiendo un agua límpida sin fin.

Pero estoy cansado también de soñar despierto,
de estudiar un infinito que en mí termina
de enfrentarme a la prisa y a la necesidad
de abrumarme bajo montañas de asco y pedir perdón por ser humano
de malgastar vida y trasegar muerte.

Quisiera borrarme en las pizarras
cortarme el sexo de unión,
porque estoy harto de estar solo como el café,
abandonado como el paraguas,
no despierto y no dormido,
harto de pensar y no pensar,
de dar vueltas a mi ruleta rusa de cobaya
harto de creer y no creer en Dios
porque ni siquiera puedo creer en mí mismo,
cansado de tener demasiadas cosas en la cabeza
y de tener la cabeza en demasiadas cosas
de buscar miradas, de buscar respuestas
de echar manos y lazos, de confiar en la gente,
tan odiable como amable,
cansado de las soluciones que no solucionan,
cansado de mirar, cansado de ver, cansado de oír, cansado de pensar,
cansado de mí,
y cansado de escribir.

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