viernes, 30 de octubre de 2009

Daimiel

Daimiel, otro espejo de la sociedad española.

Antonio ruiz de Elvira. El Mundo, 30 de octubre de 2009.- Para salvar Daimiel se va a sacar más agua del acuífero de La Mancha.

Vivimos, en realidad, en un mundo de locos. Daimiel era un afloramiento de ese acuífero. Daimiel no se salva por sacar agua de un sitio para ponerla en otro. Daimiel necesita que La Mancha vuelva a estar empapada de agua. Daimiel es el mejor ejemplo del error inmenso de las dos ideas económicas que subyacen, que colorean todo nuestro pensamiento del siglo XX y que, esperemos, cambiarán a lo largo del siglo XXI. Cambiarán por las buenas, o por las malas, y mucho me temo que sólo por las malas.

Esas dos ideas son que no existe el esfuerzo y que no existe el tiempo. El ser humano, y sobre todo, el español, piensa que el dinero cae del cielo y que el único problema es coger la parte más grande de la tarta. Y piensa que mañana es exactamente igual a hoy: Que seguirá cayendo dinero.

Pelotazos. Tengo un campo que solo produce pimientos. Vale 1 millón. Pero lo recalifico y me dan 100 millones. ¿De donde salen esos 100 millones? Está claro, pero no se quiere ver, que de mi mismo bolsillo a lo largo de los próximos 100 años. No hago negocio sino que me entrampo de por vida. Y una vez vendido, ¿qué más vendo? Los pimientos me daban 100.000 euros al año: Nada comparado con el pelotazo. Pero era riqueza de verdad, no hipoteca, y me los daban cada año durante cien años.

El mundo de hoy ha olvidado la ley básica de la naturaleza de que no hay comida gratis. Cuando encontró petróleo el ser humano decidió que las leyes naturales ya no le afectaban, y que podía dilapidar el capital sin proveer su recuperación.

Los emigrantes volvieron de Alemania con dinero. Hicieron pozos en La Mancha. Hoy ya no queda agua en el acuífero. Doscientos mil años de acumulación gastados en 40 años. Y hoy llueve un 30% menos que antes.

Hemos estrujado la esponja del petróleo. Se acabará, mucho antes de lo que pensamos. Pero seguimos estrujando. Sin invertir para el mañana.

Estos días he contactado con un inversor catalán para desarrollar un proyecto de ciudad que no gaste energía. Mi plan le ha parecido ambicioso. Me ha dicho que lo que él, o su grupo, financia, no es la reforma de una ciudad. No. Financia 20 coches eléctricos. 20 coches. Se trata, de nuevo, de hacer algo de dinero hoy. El mañana no existe. Me ha dicho que el mañana se le escapa. Que no es capaz de pensar en él.

He visitado una agencia de la Administración local. Me han dicho que, ¡quizás! podrían financiar unas casas solares, unos arreglillos. Que mi plan es demasiado ambicioso. Que hay que hacer cositas concretas. A ellos no se les va el tiempo, tienen todo el tiempo del mundo, mañana es igual que hoy.

En España desvestimos a un santo para vestir otro: Desecar aun más el acuífero para echar agua en Daimiel. Ganar tres años. Echar balones fuera.

Estamos como en la víspera de la Era Axial. Vemos como se acerca el desastre, pero estamos paralizados. La solución estriba en aceptar la realidad y fajarse y ponerse al tajo. Ya no hay más solares que vender. Y tenemos que pagar la hipoteca de lo que hemos comprado. La tenemos que pagar a lo largo de 100 años.

Podemos sobrevivir al desastre que hemos creado. Tenemos las herramientas para ello.

¿Las ponemos en marcha?

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