De José Yoldi, en El País, hoy:
No obstante, hace una semana el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo del Poder Judicial, Carlos Dívar, lanzó un inquietante mensaje en León, en defensa de ambas instituciones. "Coincidirán conmigo", dijo, [en] "que hay libertades que exceden para convertirse en un libertinaje y cosas que no son tolerables, como, por ejemplo, afirmar que determinados magistrados del Tribunal Supremo son prevaricadores. (...) Esto no es en modo alguno tolerable, como [tampoco lo es] dudar de la honestidad y el trabajo del órgano de gobierno del Poder Judicial, que soy testigo en ambas instituciones de las horas y del sacrificio que consigo llevan".
Y sin embargo, seguro que usted lector se preguntará: ¿Qué es más grave, que algunos magistrados del Supremo prevariquen -ya sabe, aquello de dictar a sabiendas resoluciones injustas- o que alguien lo denuncie?
Dívar parece haber escogido el camino clásico: matar al mensajero, pero por haber dicho que el emperador está desnudo, como en el cuento de Hans Christian Andersen, en el que sólo la voz de un niño revela lo que todos los demás saben y callan. Da la impresión de que tan egregio magistrado cree que las cosas no ocurren si alguien no las cuenta, o lo que sería parecido, que sólo ocurren porque alguien las cuenta, por lo que la solución evidente es eliminar al que las cuenta para que no hayan ocurrido.
El presidente del Poder Judicial parece haberse abonado al éxito tras sus anteriores declaraciones, en las que, en lugar de trabajar más, proponía suprimir algunas garantías para tratar de desbloquear los más de 6.000 millones de euros en litigios pendientes en la Sala de lo Contencioso del Tribunal Supremo, que constituyen un problema para la economía nacional.
Y es que ya lo decía Thomas J. Watson, fundador de IBM: "La fórmula del éxito es muy sencilla: dobla tu índice de fracasos. Hasta hoy habías considerado el fracaso como el enemigo del éxito, pero no es así. Con cada fracaso podemos desanimarnos o podemos aprender. En estas lecciones está la clave del éxito". Aunque realmente lo de Dívar tiene un regusto a la fórmula del premier británico durante la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill: "El éxito es la capacidad de ir de error en error sin perder el entusiasmo". Porque, desde luego, entusiasmo no le falta.
El caso es que algunas recientes resoluciones del Supremo, siempre en contra del criterio de la fiscalía, han hecho saltar todas las alarmas. Tanto es así que figura tan prestigiosa como el fiscal jefe anticorrupción ya retirado Carlos Jiménez Villarejo ha llegado a decir que la admisión de la querella contra Garzón por el caso Gürtel -en la que el principal implicado en la trama corrupta, Francisco Correa, ejercerá la acusación contra el juez que le investigó- "constituye la forma más grave producida hasta ahora en España de alianza objetiva de los tribunales y los corruptos, porque transmite un mensaje evidente de amparo de sus conductas y de posible impunidad".
Se puede decir más alto, pero no más claro, aunque quizá al recatado presidente del Supremo le parezca que el fiscal Villarejo es un pertinaz libertino y que es mucho más grave que haya dicho que el emperador está desnudo, que el que lo esté.
Para algunos, lo mejor sería que siguiéramos los irónicos consejos de Mark Twain, que ya hace más de 100 años decía: "Gracias a Dios, en nuestro país tenemos tres cosas inefablemente preciosas: la libertad de expresión, la libertad de conciencia y la prudencia de no practicar nunca ninguna de las dos".
Y respecto a que se dude "de la honestidad y el trabajo del órgano de gobierno del Poder Judicial", pues no hay duda ninguna.
En el Consejo se trabaja tanto que la mayoría practica la semana caribeña (ir a la institución de martes a jueves). El pasado viernes acudieron a su despacho tres de los 20 vocales. El presidente fue testigo de "las horas y del sacrificio" de sus colegas un ratito por la mañana.
El respeto se lo gana uno todos los días, incluidos los viernes.
Todo parece indicar que el motor de la justicia está gripado, así que -como ya hizo en 1998 el copiloto Luis Moya con el ex campeón del mundo de rallies Carlos Sainz- al presidente Dívar habrá que instarle con la celebérrima frase: "Trata de arrancarlo, Carlos, trata de arrancarlo".
Ma fia
ResponderEliminarQue Garzón no es Falcone, lo tengo dicho muchas veces. Lo que no había nunca comparado es la maza española con una lupara siciliana.
Dice la leyenda que tras la violación de una niña por parte de un soldado francés en la Sicilia del XIX, el padre ultrajado gritó: ¡Ma fia! y se produjo la primera vendetta. Aunque la realidad indica que la mafia es otro estado que protege, a quien no lo hace el oficial. Mario Puzo lo refleja en su padrino y, por ello, hay quien dice que la novela es apologética, cuando simplemente es descriptiva. "Rezar por el alma de Vito Corleone que tanto lo necesitaba".
Con todo esto, quiero decir que si para matar a Falcone volaron cien metros de autopista con unos 1.000 kilos de dinamita, habría que compararlo con el clavario que le van a hacer pasar a este hasta que se retire. Distintas, en verdad, Italia y España. El hecho de que Rouco no es el Papa lo dejaremos para otra ocasión.