jueves, 22 de abril de 2010

Sucedido hoy

El escritor, que además es profe de insti, va a la barbería urgido por su mujer, que no soporta las greñas ni las barbas de profeta: "Ana, Ana, ¿por qué me persigues?". Pero no hay nadie que la baje del burro con que cocea a los primeros y pilosos cristianos. ¿No era Jesucristo melenudo y barbudo? Así que marcha contrito y greñente a la barbería que ya ha aparecido en este blog alguna vez. Se fía de su barbero, tanto como el rey Luis de Francia, quien lo tenia por vox populi y consejero, y tras el saludo de rigor y preguntar cuántos hay antes ("uno y el puesto") se arrellana en una silla. Tras leer en la prensa que Cospedal ha dejado sin agua a La Mancha, ejerce su costumbre de siempre, que es tomar nota mental de lo que oye:

Cliente 1: (sentado): Es que en España somos los más tontos. ¿Ves lo del velo?
Barbero: Lo que no puede ser es que en unos institutos sí y en otros no.
Cliente 2: (en el sillón) Y a las mezquitas no pueden ir cristianos sin descalzarse, mientras que a las iglesias cualquiera.
Barbero: Hay mucha cosa por hacer en África y se vienen aquí a trabajar los moros.
Escritor: (silencio)
Cliente 1: Y cómo lo que querían: que cerraran un día las piscinas para que pudieran bañarse las moras.
Barbero: Y otro día los amarillos, y otro los homosexuales, y otro día los jorobados, y otro...
Cliente: Eso es la democracia. Los moros...

(Entra un hombre en la barbería acompañado de su hijo de seis o siete años, que lleva un enorme coche de juguete en las manos, y pregunta con un acentuado acento marroquí)

Cliente 3: ¿Cuántos hay delante?
Barbero: Dos y el puesto.. pero se va haciendo tarde.

(El moro se sienta. La conversación ya no trata ahora sobre moros, sino sobre enchufes profesionales a dedo en medicina que sufre el cliente 2 en el sillón por parte de un partido político en el poder. Se ve que el moro tiene prisa; el chico es muy educado y permanece sentado en una silla con su coche; por fin, le dice su padre que se levante y se van)

Escritor: (meditabundo, dice para sí) ¿Tengo que reírme?



1 comentario:

  1. Los escitas

    Este pueblo, conocido por su crueldad y sanguinario parecer, antes de iniciar una guerra, enviaba hirientes pensamientos a sus enemigos. Tras esperar un tiempo, si las saetas no hacían el trabajo, comenzaban la contienda.

    ¡Qué funesta manía la de dividirnos! Hombres o mujeres, naciones o pueblos, colores o altura, riqueza o destreza, aptidud o actitud, ¿por qué no ven que somos lo mismo?

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