miércoles, 28 de julio de 2010

Desnacionalizar España

No hay bandera más hermosa que la blanca; el único poder higiénico es el compartido y España debería ser una denominación administrativa igualitaria y compartida, pero no es así. Criterios que no son racionales, ni administrativos ni igualitarios han entenebrecido el gobierno de España y este dudosísimo sistema electoral de listas cerradas donde vence el que más publicidad hace y más espectáculos monta, no el que más mejora la educación o la sanidad. La administración debería desvincularse de los pegadizos y decimonónicos conceptos de nación, que tantos males han acarreado a lo largo de la historia a tantos europeos, americanos y africanos, y sobre todo a gentes que se mueven más por sentimientos (y por tanto por prejuicios y perjuicios) e idola fori que por razones; uno de los males de las autonomías ha sido ese, el de crear fantasmas de sentimiento nacional en panoramas que deberían ser asépticos y racionales. Todo nace del Romanticismo decimonónico, de la teoría alemana de los caracteres nacionales o volkgeist; hubo dos tendencias: una iusnaturalista y sustantiva, que afirmaba que la fuente del derecho era la naturaleza y debía inspirarse en el aquí y el ahora, que la gente podía crearse sus propias leyes (Thomas Paine), y otra consuetudinarista que afirmaba que el derecho era sólo costumbre y precedentes, el llamado derecho positivo, que evolucionaba sólo muy lentamente (Edmund Burke). En Teoría y praxis, Habermas afirma que incluso los principios iusnaturalistas se inspiraban en el derecho positivo, pero Paine dejó bien claro que no era así en su Derecho del hombre. La tendencia iusnaturalista causó la revolución estadounidense y la francesa, la consuetudinarista se opuso y con ello no hizo sino acelerar esas revoluciones. Estamos asistiendo al nacimiento de una nueva forma de toma de decisiones que no asume precedentes. Si tengo que elegir entre Europa y Castilla-La Mancha, me quedo con Europa, porque en ella está Castilla-La Mancha y, además, muchas otras comunidades más. Pero desnacionalizar España requeriría un nivel de civilización que la barbarie presuntamente pragmática de los necios políticos de ladrillo y satrapía/virreinato están lejos de contemplar siquiera.

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