Nada hay que decir: eso quisieran. Porque cualquier palabra puede ser objeto de burla, sobre todo por los que apenas escriben o sólo leen aquello que les permite denigrar la parte de un todo que se niegan a ver entero. Porque cualquier pedazo de prosa es sólo eso, un pedazo, si recordamos los versos de John Donne sobre las campanas. Ellos quisieran un vocabulario más reducido; lo mejor les sería que hubiera una sola palabra para hablar; de esa manera tendrían más importancia sus aullidos, sus golpes, sus empujones, sus dineros, sus gritos, sus bastonazos, sus patadas, su fútbol, su deporte, su guerra y todas sus manifestaciones de barbarie e insolencia en general. Porque su silencio no es un silencio de modestia, es un silencio de terror y de angustia.
El lenguaje es lo que tiene; comunicación, que quiere decir poner en común, para lo cual hay que poseer un mínimo de respeto, de amor, de solidaridad. Habermas lo ha visto mejor que nadie. El vocabulario reducido no despliega sentimientos, sino generalidades e imprecisiones aptas para el engaño, y el engaño es una forma más de violencia, una violencia no física ni emocional, sino intelectual. El lenguaje amplio construye, levanta puentes; el limitado los derriba.
El lenguaje es lo que tiene; comunicación, que quiere decir poner en común, para lo cual hay que poseer un mínimo de respeto, de amor, de solidaridad. Habermas lo ha visto mejor que nadie. El vocabulario reducido no despliega sentimientos, sino generalidades e imprecisiones aptas para el engaño, y el engaño es una forma más de violencia, una violencia no física ni emocional, sino intelectual. El lenguaje amplio construye, levanta puentes; el limitado los derriba.
Y sin embargo, como ha demostrado Marina, existe más vocabulario para los sentimientos negativos que para los positivos. Si buscamos en nuestro magín todos los matices del elogio que podemos ofrecer a un alumno para animarlo, el abanico de opciones es sorprendentemente reducido y la mayoría de que podría elegirse suena pedante, raro o decimonónico. La cortesía lingüística se ha ido a tomar por c., valga la paradoja. Falta hidalguía, compostura, humildad, nobleza, altruismo, largueza, integridad, honradez, pundonor, probidad, comedimiento, afabilidad, circunspección, recato, deferencia, sinceridad y hombría de bien. Sobran el servilismo, la chulería, la grosería, el cinismo, el ninguneo, la desfachatez y la doblez.
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