lunes, 6 de diciembre de 2010

Hola otra vez

Muchas cosas pasan en esas tan bajas alturas, incluso aeronáuticas, pero muy poca gana hay de explayarse y tricotar por escrito algo de lo que revuelve al país y me aburre a mí, que sólo entiendo algo, y poco, de sintaxis y librotes, por lo que no debe hacérseme ni el más mínimo caso cuando escribo de otras materias, sobre todo porque, si bien aparento ser serio, sólo sobrevivo a fuerza de amor y humor.

Hubo huelga dizque salvaje de controladores; a mí los únicos que me preocupan son los del gobierno, que quiere gobernarme desde tan lejos y enseñarme cómo se enseña desde tan lejos con la excusa de que algunos lo han votado (desde tan lejos). Yo trabajo para él, es cierto, pero también lo es que para gente que tengo muy cerca, y que pagan a esos remotos señores para que me paguen a mí a su vez. El gobierno debería ser sólo una normativa, no unos señores en los periódicos o una gilipollez con mala conciencia. Soy un asalariado más, pero esos tan lejanos y remotos y ruidosos dizque señores y señoras y hasta señoritos y señoritas están todo el rato machacándome los machos diciéndome qué pensar y qué decir, como si el cerebro del vulgar de los vulgares sobrase y no tuviera que hacer. Vociferan continuamente a través de sus unidireccionales medios de aplanamiento unidimensional y de homogeneización, paletización y futbolificación de masas, que por algo son masas y no tienen otra forma que la del poder que las vapulea y las cuece (y alguna vez quema); las masas son ahora más masas porque la educación que les estamos dando ya no es una educación, sino una preparación, como la de una masa o una receta de cocina para que se los coma el mercado. De nuestras manos no salen educados, sino pre-parados (y alguno pre-detenido y aun maleado). No hacemos hombres como los de Plutarco, sino endomingados especialistas en hipocresía social, acostumbrados a mentir tanto que llegan a no saber qué es la verdad, como un Pilatos o Zapatero cualquiera. (No hay diferencia entre un mentiroso como Zapatero y un sincero como Berlusconi). Entre mis alumnos veo a berlusconis, rajoys y zapateros; también a gente buena y despistada, en busca de su identidad. Incluso se mienten a ellos mismos pensando que son menos o que son más de lo que realmente son. A los que menos, pobrecillos, hay que procurar animarlos y darles algo de fe y llevarlos hasta su yo auténtico; pero con los que piensan ser más, nada hay que hacer, porque las leyes les protegen. Cuando veo a tantos adoptar esa forma, la forma del orgullo, que es todo forma, jeta enhiesta y cuello blanco de impoluta camisa de once varas (son muy pulcros por fuera, los que no sólo mandan, sino que les gusta), esperando bien infundadamente su no magra, sino tocina retribución y sus cargos por triplicado, como si fueran tres veces más de lo que son, o su jubilación dorada estilo BBVA, justificándose en que han creado riqueza y no especulación y pobreza (esta gente sólo ve lo que quiere ver, como los fantasmas y los vampiros que se miran al espejo), cuando los veo fraguar con su masa común de gente moliente y molida una piramidal efigie de salvapatrias politicastro con toda mediocridad y discursito elaborado por otro, si no me descojono, me descorazono y me encebollo y me quemo más y los mando al infierno a atormentar al mismísimo Satán, que debería huir despavorido de tan malas compañías. Dios me libre de esos redentores de sí mismos, que no de otros, que creen que no hay otro destino manifiesto que su ombligo impepinable e impepinado; en las caras de los demás ven sólo la suya propia. Qué se le va a hacer. Después de todo, el dinero es lo que se vende y les/los vende a todos ellos, e incluso a mí, por qué no.

Nos hipoteca un banco al estado para le hagamos el recado de enseñar a leer y escribir a sus futuros esclavos bozales; el Banco necesita prestarse/robarse a sí mismo, porque sólo los que manejan dinero líquido lo ganan; necesita gente que se deje engañar y le hagan los balances hasta que las máquinas estén preparadas para hacerlos sin necesidad de corromperse, porque no habrá otros códigos de moral que los de barras: las de la prisión de donde no se puede salir.

Las filtraciones de Wikileaks. Qué atinados informes los de los analistas estadounidenses; sólo hay que ver lo sensatos juicios que hacen sobre Rubalcalva , Mariguano o Pepito Bonito; qué bien calan los melones. Y Rajoy es un carallo rodaballo al que, cuando se incardine en el santo poder y le crezcan los ahora microscópicos enanos, pasará por lo mismo. Estos gallegos dan mucho la gaita en las incómodas cúspides del poder, porque son agudas y se clavan mucho en el culo. Recordemos a ese criminalito de guerra, Paquito el Paleto, al que tantos rosarios de garbanzos le han rezado. Cuán pocas veces se ha visto sepultado a un vampiro bajo una cruz tan grande como esa y esos cuatro evangelistas de granito apocalíptico, que más que evangelistas parecen los cuatro jinetes del Apocalipsis: muerte, hambre, peste y guerra. Las cuatro cosas que le debemos. Como un faraón rodeado de muertos en su pirámide. Su verdadera tumba fue la mullida cama donde murió y de donde no le echó ninguno de esos héroes de una democracia con la que hicieron lo que siempre han hecho, especular y medrar. En la cama de Franco había estado durmiendo la clase media más mediocre, choriza y sinvergüenza de Europa. Qué más nos dará ahora Cánovas que Sagasta; desde el XIX no se ha solido ni suele hablar de ese modesto y honrado (siempre se es honrado en los comienzos más que en los fines) Partido Demócrata del XIX, que siempre fue excluido de los trapicheos caciquiles de la Restauración. España nunca pudo sobreponerse a esa coalición de militares, curas, sátrapas y reyezuelos aprovechados que hizo la Restauración y que sigue malgobernando España contra la verdadera capacidad, contra la verdadera religión, contra el verdadero gobierno, contra el verdadero humanismo, el de la gente honesta y común y corriente, el treinta por ciento del cien, cada uno en su podrido cotarrillo regional de intereses anticolectivos, en su satrapía egomaniaca, envueltos en su red de chorifeos mamones chupamindas, lameculos bienparidos, catarriberas porculizantes y lavapalanganeros pilaticios. Sí, es cierto, habría que hablar de desprofesionalización de la política, de rotacionismo y de democracia directa; pero de eso es de lo que no quieren entender ni oír hablar, como que va contra la misma concepción de lo que es su gobierno y nosotros entendemos corrupción, no tal como ellos lo entienden: amiguetes, dinero y sordera hasta a sus mismas palabritas huecas, esas que llenan tantos periodicuchos donde siempre se lee lo mismo, porque sólo conocen un significado para todas sus palabras: dinero, y los dos únicos mandamientos de las leyes del mundo: "Los mandamientos del mundo / se resumen en dos: / quítate tú / que me ponga yo".

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