Los amantes de Teruel / tonta ella y tonto él. Isabel de Segura y Juan Martínez de Marcilla, esperando que venza el plazo de la hipoteca eterna para llegar al orgasmo, o dos tontolitos como Romeo y Julieta, bebiéndose sus respectivos venenos a destiempo, como suele ocurrir desde que el mundo es mundo; muy irónico, Shakespeare; eso sí, para esta moderna época de desencanto y descreimiento, lo mismo dan Bonnie and Clyde que Hitler und Eva Braun, también con sus mutuos venenos y pistolas y su mutua obcecación de kamikazes enamorados. Dos tontos peligrosos a los que, después de haberlo perdido todo salvo su amor, no les importaba nada, ni antes ni después, ni siquiera el resto de los millones de muertos. La diferencia es que Clyde era un eyaculador precoz, como se refleja en la película (digo la versión sin censurar, no la franquista), y a Hitler le faltaba un testículo, como dicen los informes médicos. Qué poco romántico, ¿no? A Hitler le faltaba un par. ¿Es posible conmoverse con este tipo de amor o, por mejor decir, estupidez compartida? Y, sin embargo, todavía molan mazo pestiños como Titanic. Increíble.
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