Pongo aquí por separado la crítica de cine de un post anterior, a fin de deslindar mejor las materias cuando las ordene.
Acabo de ver una película del gran cineasta político Constantin Costa Gavras, Arcadia, (Le couperet, 2005) en la que un ingeniero químico víctima de una ERE y ya tres años en paro decide eliminar a los contrincantes más capacitados para un puesto de trabajo ideal que le permite salvar su forma de vida y a las únicas personas que le importan, su familia; una especie de Dexter doblemente perverso, ya que mata personas buenas para salvar a otras personas buenas, no por odio, sino por necesidad. Una gran película, que hace reflexionar sobre si el crimen y el terrorismo no son el fondo la misma cosa y vislumbrar el verdadero y siniestro alcance de lo que es la relatividad moral del nihilista. ¿Qué es el protagonista? ¿Un asesino en serie, un gran padre de familia, alguien que ha comprendido cómo funciona el sistema y adopta sus mismos medios o un terrorista? Porque, si la sociedad le ha declarado la guerra, lo primero que ha hecho es conseguir un arma para defenderse. Una película de gran calado moral, social y filosófico, y también una gran comedia, de un realismo conmovedor, que, como ha señalado la crítica, no se aleja mucho de Monsieur Verdoux. No me extraña que haya pasado absolutamente desapercibida: es más que incómoda y, como todas las verdades, se quiere esconder más que una lagartija. Una frase para la antología: "Cuando hayan destruido la economía y todos estén parados, ¿a quién venderán sus productos de mierda?" No me extraña que los zombis estén de moda: bajo esa apariencia se esconde la de algo más familiar, un parado o un ser humano que importa tan poco como un parado. El nihilismo, en fin.
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