lunes, 18 de abril de 2011

La dimisión y sus implicaciones éticas

He leído un artículo sobre la dimisión en El País. Cuando uno lee la nómina que forman los poquísimos políticos que han ejercido ese derecho y obligación, se da cuenta de que la dimisión es algo que ninguno de los que la rechazaron sospecharía: es un mérito que practica la gente honrada que conoce sus límites y se pone en el lugar de los demás en vez de en el suyo propio, exactamente lo que debe hacer un político.


Creo que es evidente que hay que despreciar a un político que no tenga al menos una dimisión en su currículum. Un obcecado termina siendo un Hitler, un Mubarak, un Gadafi, un Franco, un Castro, un Chaves, un Shoemaker o quizá algo más ridículo aún, un Gollum.

1 comentario:

  1. Renunciar es noble

    Eso se dice en una bonita frase hecha, que para eso están, para no tener que hacerlas. El problema es cuando se toma al pie de la letra. ¿cualquier dimisión debe ser tenida por positiva?

    Imagino a franquito renunciando a cazar a Azaña por no montar un pitote internacional allá por 1941 o a Tito renunciando a la Comintern para seguir en el poder con ayuda occidental. Fórmulemos una hipótesis: las dimisiones o renuncias loables son aquellas que ponen por delante al otro, las que suponen dejar de hacer lo que uno desea por no fastidiar al común.

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