No la toques más, que así es la rosa, escribió JRJ, quien luego abrevió: así es la rosa en su sin fin obra en obra. Seguía enredando la rosa del Dante el lujoso vorticista Ezra Pound con su rosa es una rosa es una rosa, cuando esa flor, que no es la azul de los románticos, crece en tierras ignoradas / y no tiene aroma, ni forma, ni color, como quería Manuel Machado, sino nombre, según Eco y otros ecos, ecos, ecos. Quiero decir que al muy orna-mental y parnasiano nobel Sully-Prudhomme le decían, en broma, (era un frío ingeniero de metal eiffel que se dio a la lírica) que de tan delicado y fino no había que tocarlo, que se rompía, que se quebraba, como si le hubiera caído encima una lluvia de nitrógeno líquido de esas que hay en Titán. Qué otoño de las rosas, que inmortalidad de rosa llorando bajo la lluvia. Pensando en esas cosas pensó JRJ en él (lo cual se le daba muy bien al hombre isla, incluso en Puerto Rico, donde lo fue dos veces) porque, aunque luego le dio por la lírica de las ingles o inglesa, antes estuvo comido de mal francés, antes, o sea, de su strip-tease con braguitas de inocencia y demás encajes, puesto que ya dijo liliumque non tactum el bueno de Marcial, V, 37, en su epigrama a una niña muerta, que ya es morir, como escribió Poe.
puella senibus dulcior mihi cycnis,
agna Galaesi mollior Phalantini,
concha Lucrini delicatior stagni,
cui nec lapillos praeferas Erythraeos
nec modo politum pecudis Indicae dentem
niuesque primas liliumque non tactum,
quae crine uicit Baetici gregis uellus
Rhenique nodos aureamque nitellam,
fragrauit ore quod rosarium Paesti,
quod Atticarum prima mella cerarum,
quod sucinorum rapta de manu glaeba,
cui comparatus indecens erat pauo,
inamabilis sciurus et frequens phoenix.
Niña a mí más dulce que la más blanda oveja del Galeso falantino, que la más delicada concha del pantano Lucrino y a quien no antepondrías ni las piedras eritreas, ni el recién pulido diente del animal índico, ni las nieves primeras ni el lirio intocado, ni la que venció con su pelo al vellón del rebaño bético y a las trenzas del Rin y a la áurea comadreja y perfumó con su boca lo que el rosal de Pestum o las primeras mieles de las ceras áticas o lo que un pedazo de ámbar arrebatado de la mano; a ella comparado era indecente el pavo real, indeseable la ardilla y frecuente el Fénix.
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