En Topología (disciplina matemática que tiene mucho que ver con la marinera Cabuyería, arte manual y pragmática que corresponde a la abstracta teoría de nudos), es una disciplina importante el cálculo de esqueletos. Uno, que no necesita ayuda para saberse un esqueleto, e incluso para hacerse un lío, siempre ha sentido interés por estas disciplinas, entre otras cosas porque no sabe hacer la O con un canuto, ni siquiera con una cuerda, como los vaqueros de Texas (obvio: ¿cómo si no podría hacerse uno un lío gordo, un lío gordiano?), por más que se pase de experto jugando al Mahjong y haya concluido victorioso todas las peligrosas versiones del Doom o sepa defenderse en el zoológico origami (papiroflexia, para entendernos); lo único que busca en todo esto es el arte que pueda haber, no precisamente la seca ciencia inhumana. Con los nudos y los esqueletos y los laberintos y los poliominós y poliformas nos acercamos peligrosamente al terreno del arte, de la literatura, y del matemático Escher terminamos pasando al artista Escher, como este pasa de un demonio a un ángel y de un pez a un pájaro. Lo malo es que para conocerlo todo hay que pasar por el aro de Moebius, que sólo ofrece una cara, como la luna.
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