Juancho Dumal escribe:
El terrorista ultracristiano y ultraderechista Anders Behring Breivik, autor de la masacre noruega, escribió un único twit el 17 de julio, hace seis días, donde cita una frase de El gobierno represetativo del utilitarista John Stuart Mill: "Una persona con una creencia equivale a la fuerza de 100.000 que sólo tienen intereses".
El mes pasado se publicó en España La voz y la furia, un libro que recoge los artículos que Stieg Larsson, el fallecido autor de la trilogía Millennium, publicó en su faceta de periodista y que tenían como hilo conductor la denuncia de los grupos extremistas neonazis. Uno de esos artículos, publicado en 1995, se titulaba En Estocolmo también pueden producirse atentados terroristas. Este es uno de sus párrafos: «Al final, una masacre como la de Oklahoma [el 19 de abril de 1995 un veterano de la primera guerra del Golfo mató a 168 personas al hacer estallar una bomba frente a un edificio público] ocurrirá también en Suecia. Disponemos de todos los ingredientes: odio, fanatismo, glorificación de la violencia y mentalidad sectaria». Larsson solo se equivocó en una cosa: no ha ocurrido en Suecia, sino en su vecina Noruega.
El terrorista ultracristiano y ultraderechista Anders Behring Breivik, autor de la masacre noruega, escribió un único twit el 17 de julio, hace seis días, donde cita una frase de El gobierno represetativo del utilitarista John Stuart Mill: "Una persona con una creencia equivale a la fuerza de 100.000 que sólo tienen intereses".
En primer lugar, la frase está alterada sin el contexto y hasta alterada a secas, porque el original dice "a la fuerza de noventa y nueve que sólo tienen intereses". La costumbre del filólogo me ha hecho ir a buscar los textos originales. Y el texto original es:
No porque los que detenten el poder de una sociedad posean su poder político es necesario creer que sea inútil influir sobre la Constitución de su gobierno obrando sobre la opinión; esto sería olvidar que la opinión es una de las mayores fuerzas sociales activas. Una persona con una creencia es igual a noventa y nueve otras personas que sólo tienen intereses. Quienes acertaron a convencer al público que determinada forma de gobierno (o no importa qué hecho social) merece ser preferida, han hecho casi aquello de mayor magnitud que se puede hacer para ganar en favor de dicha forma de gobierno los poderes de la sociedad. El día en que el primer mártir fue lapidado en Jerusalem entre tanto que el que debía ser apóstol de las gentes asistía al suplicio "consintiendo en su muerte" ¿habría alguno supuesto que el partido de este hombre lapidado era entonces y allí el poder más considerable en la sociedad? ¿Los acontecimientos no lo han demostrado? Y esto porque sus creencias eran las más poderosas de todas las creencias entonces existentes. El mismo elemento hizo de un monje de Wittenberg, en la dieta de Worms, una fuerza social más poderosa que el emperador Carlos V y que todos los príncipes reunidos en ese lugar.
Todo esto recuerda la distinción entre ideas y creencias de Ortega y Gasset. Pero aquí Stuart Mill se refería implícitamente a la prensa, no a la violencia, a ese género literario nacido desde la clase media en el siglo XVIII. La ignorancia y la duda son los instrumentos del conocimiento y más humildes que las creencias, que son sólo ideas fosilizadas; el cristianismo era entonces una idea y ahora es una creencia falta de renovación; por eso hay que hacer más caso a la ignorancia y la duda que a las creencias, porque no exigen que les hagamos caso; los pensamientos no hacen fuerza, sólo proponen humildad y se van imponiendo sin fuerza poco a poco en la sociedad, al ritmo humilde que les da el sacrificio y el martirio que les brindan su autenticidad y su verdad, y no al dolor que les asestan los porrazos de la mentira de quien está acostumbrado a mandar y además le gusta.
La fuerza sin pensamiento, la fe sin pensamiento, no es nada, es nihilismo, es el paranoico Anders Behring Breivik, un loco que llama pensamiento a su sistema delirante o delirio fanático montado sobre un hecho inaceptable sin percibir que el pensamiento sólo puede ser llamado como tal si se encadena a los pensamientos de los demás por los cuales es asumido y aceptado, si se humilla a las razones superiores, o a la Razón en mayúsculas; su pensamiento, si lo tiene, sólo será asumido por locos como él y no por la parte más sana de la sociedad: no es un mártir iluminado que marca la senda del futuro, aunque él quiera considerarse así, sino un verdugo que pasó por una logia masónica sin contagiarse de fraternidad. Fuera de que John Stuart Mill habría desautorizado el uso de su frase por gente falta de novia y sobrada de orgullo como este tal Anders, a quien deseo lo envíen a hacer un cursillo de perfeccionamiento en sus mismas ideas en la Facultad de Teología del seminario menor de Herrera de la Mancha, por ejemplo, donde puedan porculizarlo los mejores profesores y obispos de su misma iglesia y fe carbonera.
La fuerza sin pensamiento, la fe sin pensamiento, no es nada, es nihilismo, es el paranoico Anders Behring Breivik, un loco que llama pensamiento a su sistema delirante o delirio fanático montado sobre un hecho inaceptable sin percibir que el pensamiento sólo puede ser llamado como tal si se encadena a los pensamientos de los demás por los cuales es asumido y aceptado, si se humilla a las razones superiores, o a la Razón en mayúsculas; su pensamiento, si lo tiene, sólo será asumido por locos como él y no por la parte más sana de la sociedad: no es un mártir iluminado que marca la senda del futuro, aunque él quiera considerarse así, sino un verdugo que pasó por una logia masónica sin contagiarse de fraternidad. Fuera de que John Stuart Mill habría desautorizado el uso de su frase por gente falta de novia y sobrada de orgullo como este tal Anders, a quien deseo lo envíen a hacer un cursillo de perfeccionamiento en sus mismas ideas en la Facultad de Teología del seminario menor de Herrera de la Mancha, por ejemplo, donde puedan porculizarlo los mejores profesores y obispos de su misma iglesia y fe carbonera.
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