sábado, 29 de octubre de 2011

Apólogo de la humilde lección de economía

Es tan humilde, que ni siquiera es de macroeconomía, sino de microeconomía o economía para hormigas, esa en la que no le dieron el Nobel a Mohamed Yunus, que además es moro, tiene nombre de profeta y queda mal en un almuerzo con un rey, porque es bangladeshí (la última premio nobel de la paz que venía más o menos de ahí pidió que el dinero del banquete se destinara a los pobres, y se quedaron sin comer; fue la madre Teresa de Calcuta) . 


El apólogo es este. Un profesor fue a comprarse un cuaderno para poner las notas a sus alumnos porque, antes de la crisis, el Instituto le compraba el cuaderno y no tenía la necesidad de ahora, a causa de las estrecheces del presupuesto de Educación. De forma que, tal digo, fue a comprarse uno. Y como el profesor también pasaba por estrecheces, porque también, a causa de las restricciones económicas, le habían bajado el sueldo, cargándose/cagándose en todas las negociaciones sindicales colectivas precedentes, que no habían tenido el privilegio de contar con banqueros a su mesa, y además era de esos que siempre hacen las cosas metódicamente, como suele ocurrir entre los profes, procedió a consultar precios y se tomó el trabajo de ir de un lado a otro inspeccionando franquicias, tiendas de todo a cien y grandes almacenes. El resultado fue que el producto más ajustado, de mejor calidad y de mejor precio, lo tenían los chinos de un todo a cien, aunque la abundancia de clientes, cual pudo comprobar, la tenían las franquicias y los grandes almacenes. Quizá porque existía el rumor de que los chinos no pagan impuestos. Lo cierto es que entre los chinos no hay paro, porque exportan parados a otras naciones, no como nosotros.


En una franquicia especializada en material de papelería y oficina, querían cobrar al profe más del doble y por algo peor; en los grandes almacenes sólo el doble, pero por algo más inespecífico que no le servía igual. Y, sin embargo, ambos lugares estaban llenos de gente.


Cuando el profe fue a dar clase, los alumnos le propusieron un debate. El profe les sugirió el tema de su futuro, ya que era lo que más podría interesarles. El tema, sin embargo, les traía al fresco. Yo había visto a gente de su edad trabajar en los chinos incluso a horarios infames, con unos valores diferentes, al estilo del capitalismo más brutal, porque para ellos la familia no era lo que para nosotros, sino la forma más simple de empresa. Sin embargo, muchos de los alumnos, según llegué a colegir por lo que decían, prefería estar en su casa cómodamente instalados a emigrar y buscarse la vida, por ejemplo a Oriente, donde falta gente instruida como la que hay aquí (de la muy capitalista China vienen sólo los que no tienen estudios superiores, para hacerse ricos trabajando). Alguno dijo que le gustaría el autoempleo, pero que no tenía dinero para empezar. No se le ocurrió que podría preguntárselo a un chino o pedir un préstamo o irse al semillero gratuito de empresas de la cámara de comercio o escribir a una embajada para preguntar si necesitaban emigrantes o preguntarme a mí qué profesiones tenían ahora mismo más futuro o marcharse de vacaciones con su propio dinero al extranjero de mochilero o preguntarse a sí mismo para qué valía mejor. Esas cosas ni se le ocurrieron, no sé por qué. 


La moraleja, sacadla vosotros. Es un trabajo.

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