viernes, 28 de octubre de 2011

Respuesta a Con nocturnidad

Me parece que el alumno que ha comentado "Con nocturnidad" ha confundido mis intenciones al publicar esa entrada. Es más, ha interpretado erróneamente su significado y ni siquiera ha advertido mi simpatía hacia los alumnos y profesores del nocturno.

En primer lugar, el hecho de que el número de alumnos de ese turno de enseñanza se haya multiplicado es sólo eso, un hecho, que nadie puede negar, de que todos nos congratulamos y que de alguna forma había que explicar, como se ha hecho en esa entrada con un razonamiento que no es mío, sino algo que he oído en la sala de profesores y he leído en la prensa nacional. Igualmente el comentario de que muchas, no todas las notas, y desde luego no la del alumno, a quien en ninguna manera se cita en el texto,  no pasan del tres, ha sido oído en la sala de profesores y no es mío, ya que no tengo el gusto de dar clases en nocturno ni conocer a quien hizo tal comentario, acaso desafortunado o que podría haberse corregido si se hubiera sabido que iba a tener más difusión que la prevista, lo cual, como es obvio, la persona enunciada no conocía ni tenía por qué saber. He impartido clases de nocturno anteriormente y he de decir que su alumnado es mucho más atento, educado y formal que el del diurno y ha sido un auténtico placer poder disfrutar de sus grandes cualidades humanas, que no tienen nada que ver con las académicas, las cuales pueden ser buenas o malas, como todo.

También se presta a considerar, por otro lado, como un hecho que muchos profesores búhos hayan migrado al nocturno, quizá porque hay más horas. Eso también es una explicación a lo inusitado del hecho, ya que, por lo general, los jefes de departamento no suelen dar clases en el nocturno, no sé por qué motivo, pues que hay muchos y múltiples atractivos para hacerlo. Además, tal y como he escrito ya, he dado clases en ese turno -y quisiera darlas, aunque hay diversos motivos que me lo impiden, muchos, de peso y que no puedo pasar por alto- y sé que a los profesores de este horario tan peculiar les invade de vez en cuando una cierta murria existencial y cierta tristeza y soledad que he intentado  reflejar en mi entrada o post. Sólo esa era mi intención, que es sana, literaria y poética, y como tal en todo disculpable, en cuanto lírica, si has leído a Poe, a Góngora, a Novalis y a Lope de Vega, que son los autores citados en la misma y, al parecer, malinterpretados en el uso que he dado a sus citas; por lo cual el alumno puede considerar a salvo su propia estima, honor y dignidad, así como el de sus colegas, profesores y contertulios, como, si bien me conociera, hubiera tenido el gusto de haber presupuesto, a poco que hubiera cavilado. Quiero imaginar, y el alumno hará bien en suponerlo, que la interpretación que se ha dado a mi texto hubiera podido ser tan sesgada como la que él nos ha intentado asignar llamándonos desmotivados, lo que no llego siquiera a figurarme, cuanto menos a desear; por demás, el calificativo de búho con que dice le llamo es apelativo cariñoso, en cuanto ave de Minerva que representa la sabiduría y es mascota santo patrón de los estudiantes; de hecho, colecciono figurillas cerámicas pequeñas de búho; es más, poseo diez pájaros vivos, entre ellos un loro, muchos de ellos adoptados o recogidos de la calle, que tengo enjaulados en mi casa. Por otra parte, mal pudiera juzgar a un alumno de cocina o de restauración, o camata, como vulgarmente se dice, que tiene el difícil desempeño de estudiar por las noches, cuando estoy casado con la hija de un camarero que, por desgracia, no pudo estudiar, y cuando esa hija se sacó la licenciatura en historia del arte por las noches y trabajando por el día; podrá suponerse, pues, el alumno aludido, en todo correcto, por cierto, hasta qué punto puedo apreciar a quien, como él, cursa estudios honorable y valerosamente en nuestro centro. Así pues, debe saber, y, si no lo sabe, le informo ahora de ello, que la expresión que cierra tal entrada o post es la que del mismo modo cierra un soneto de Lope de Vega al amor: "Quien lo probó lo sabe", aludiendo a las muchas dificultades por las que tiene que pasar quien desea algo con toda la fuerza de su corazón; el verbo alude, también, al sabor que puede tener una receta, como de hecho parece indicar la fórmula paródica que practica el propio Lope al construir el soneto en que da su definición del amor, definición muy culinaria que tiene que ver, y no poco, con el hecho de que se imparta cocina en el centro de forma nocturna y diurna; y eso es todo, aunque bien podría ser más.

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