Por la humildad la ciencia ha llegado a una soberbia injustificada, porque toda ella describe tan sólo el cuatro por ciento de la realidad material; el resto, lo denominado energía y materia oscura, es desconocido aún y parece que lo seguirá siendo mucho tiempo, puesto que cada vez es más caro y difícil de describir. Escapa a la retentiva humana. Se sabe que existe, no qué sea. Y si saber el cuatro por ciento de todo es descorazonador, cómo será conocer que ese todo es a lo mejor más gordo y mostrenco de lo que -muy difícilmente- se muestra. Lo conjeturo, porque si algo he aprendido en esta brizna de tiempo que he vivido es que las cosas son mucho más difíciles, complejas y penosas de lo que aparecen. En suma, no sé nada, es menos, no sé por qué no sé.
Cada vez hallo más correlación entre la fantasía y la realidad. Precisamente porque la fantasía es más pobre, debe estar inclusa en lo real; por eso cualquier quimera se vuelve razonable si le das la realidad que necesita. Incluso la de los universos paralelos, que más que para lelos son para cada uno, pues cada yo, cada individuo, es un universo paralelo, o la conciencia de su particularidad en el mundo se lo hace ser.
La ciencia intenta desmontar la naturaleza, pero no ha podido repararla ni perfeccionarla. Ni siquiera ha podido desmontar y reparar al hombre mismo. ¿Puede el creador reparar lo que ha hecho?, dice Roy Batty a su demiurgo en Blade runner. Para nadie es un secreto que la sociedad necesita una reparación urgente, no precisamente una revolución o una reforma. Una reparación es hacer que los medios lleguen a sus fines sin desviarse, detenerse o lograr aquello que no pretenden sus premisas, que a veces es incluso lo contrario. Algunos dicen que no hay fines; quizá esa no sea la palabra. Yo creo en las obligaciones; de hecho, tenemos obligaciones programadas por nuestro mismo cuerpo: vivir, hacer y dejar vivir, amarnos los unos a los otros, crear y trabajar, mejorar, entender. También tenemos derechos, pero los derechos nos vienen de fuera, no de dentro. Hay quien dice que el hombre se hace y no se nace, pero nada puede hacerse si no es sobre un fundamento preexistente, un algo, y ese algo es ya lo que debemos ser.
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