martes, 28 de febrero de 2012

El crimen solidario

Esto de la holganza, de las huelgas, para aclararnos, tiéneme desnortado y un siesnoés patidifuso, pues no le aprecio efectividad lo mire como lo mire; haría falta un Eduard Bernstein para sacar sentido al sentido que pudiera tener una huelga que será, tras unas elecciones recientes, apenas una salva al aire ignorada en medio de la noche helada del invierno, tan inútil como las bengalitas lanzadas por el Titánic. Como nada funciona, la única huelga efectiva sería una hipostasiada y total, ni siquiera japonesa, sino birmana y zen: suicidarse a lo bonzo, para que en el ataúd le crucen los brazos caídos al obrero, dos veces quemado, una por la crisis y otra por la gasolina, y quizás una tercera por el infierno. Cruzado de brazos su protesta no será más indiferencia que la que tienen los poderes económicos por la (mala) vida de los demás. Porque los que fastidian (poderes económicos) no hacen huelga jamás. Se consideran los únicos imprescindibles. 


Se dirá que el remedio empeora la enfermedad. Pues claro: ¡por eso hay que morirse! ¡La vida es una enfermedad gracias a algunos! El huelguista radical prefiere la otra vida por conocer a la mala conocida. Diréis: "este tío está chalado". ¿De veras? Pues en Francia los suicidios por cuestiones laborales están a la orden del día: el acoso laboral de los patronos, refugiados en evasivas de papel, traslados forzosos, leyes ilegibles, angustias abstractas y números de teléfono que no contestan, en sectores de comunicación, que ya tiene inri, contra los humildes trabajadores, ha originado una epidemia de suicidios que ha sido muy comentada por la prensa en el caso de France Telecom, entre tantos. ¿Tengo o no tengo razón? El suicidio, pues, es la única forma de protesta laboral efectiva que dejan las leyes a los trabajadores cabreados y agotados, tan desesperados como empleados, sentidos sobrantes por los mamandantes. O eso o el crimen. Pero el crimen no es solidario, y hay que ser solidario incluso con los que no lo son, ni lo han sido, ni lo serán, ni pretenden serlo,  ni saben qué pueda ser, ni especulan siquiera con la mera sombra de poder imaginarse qué sea.


Se exige resistencia a quienes les han quitado (también) toda resistencia e incluso el legítimo egoísmo; por eso hay que estar alegre en la tribulación, como dice la Biblia, y compartir unos alegres funerales a lo Nueva Orleáns postkatrina, ya que no hay otra. En estos tiempos duros lo que hace falta más que nada es un poco de compasión, de solidaridad, de empatía y de aire fresco; no, desde luego, germanizar Spanien.

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