Marcia Sirota, 6 formas de educar que pueden hacer de tu hijo un sociópata, Huffington Post 17/04/2017
La mayoría de los padres solo quieren lo mejor para sus hijos. Y su forma de actuar se basa en lo que creen que les vendrá bien a sus pequeños. Por desgracia, algunos tienen concepciones erróneas que pueden ser mucho más perjudiciales que beneficiosas para los niños.
Cuando los padres adoptan estas concepciones erróneas, pueden llevar a la práctica acciones que saquen lo peor de sus hijos. Incluso pueden provocar que sus hijos se conviertan en sociópatas. Puede parecer una afirmación exagerada, pero, por desgracia, es la realidad.
¿Cómo se puede convertir a un hijo en un sociópata? Hay seis trampas que, si se combinan, sacarán lo peor de cualquier niño.
Estas trampas son comportamientos que parecen beneficiosos a simple vista —y por eso los padres piensan que son buenos para sus hijos—, pero en realidad son perjudiciales.
1. La falta de límites. En vez de dejar claros los límites y de establecer unas guías con respecto a la conducta del niño, hay padres demasiado indulgentes que permiten que su hijo sea egoísta, autocomplaciente, avaricioso, insensible o pasota.
Hay quien piensa que los límites son malos o que impiden que los niños se expresen de una forma auténtica. Pero no es verdad. Es mucho mejor explicar a un niño lo que se espera de él y lo que es inaceptable que dejar que se meta en problemas constantemente por pura ignorancia.
2. La ausencia de consecuencias. En ocasiones, los padres no dejan que sus hijos vean las consecuencias de sus malas conductas o de su actitud.
Hay padres que piensan que es demasiado cruel dejar que un niño experimente las consecuencias de sus actos, pero es mucho más cruel no hacerlo. Estos padres están privando al niño de la oportunidad de aprender de sus errores y de corregir su comportamiento.
Junto con la falta de límites, la ausencia de consecuencias provoca que los niños crezcan sin saber lo que está bien y lo que está mal y sin remordimientos por haberse portado mal.
3. Las reacciones inapropiadas. Algunos padres restan importancia a las ocasiones en las que sus hijos se comportan de forma ofensiva, egoísta, impulsiva, destructiva, cruel o desconsiderada (o les ríen las gracias).
Los padres no hacen ningún favor a sus hijos al negar que se están portando mal. Hay que dejar de idealizar a los hijos. Los padres tienen que darse cuenta de que incluso sus queridos retoños son capaces de portarse mal, y que es su deber guiarlos por el camino adecuado. Si los progenitores permanecen en este estado de negación, privarán a sus hijos de estas guías.
4. La carencia de valores. Algunos padres no inculcan a sus hijos buenos modales ni los valores de la empatía, la amabilidad o la disciplina.
Vivimos en un mundo moralmente relativista. Cuando los padres no enseñan a sus hijos a ser buenas personas y a hacer lo correcto, las únicas referencias que tendrán los niños serán sus amigos y los medios de comunicación.
5. La protección excesiva. Ciertos padres protegen a sus hijos para que no reciban las consecuencias de malas conductas como mentir, estafar, copiar, robar, hacer bullying o maltratar a los animales o a otras personas.
Cuando los padres protegen a sus hijos de esta forma, lo que están haciendo realmente es abandonarlos. Su carácter está en pleno desarrollo, por lo tanto, puede ir en una dirección positiva o negativa.
Si los padres intentan asegurarse de que los profesores, los entrenadores o los adultos que están en contacto con sus hijos nunca les hagan ver las consecuencias de sus malas acciones, estarán reforzando el mensaje de que un niño no tiene por qué pararse a pensar en los efectos de su manera de comportarse con los demás.
6. La falta de perspectiva. Hay padres que no paran de decir (o de dar a entender con sus actos) que su hijo es "especial", que es mejor que el resto o que se merece más que los demás.
Está muy bien fomentar la autoestima de los niños, pero los elogios constantes provocarán que se vuelvan egocéntricos y pomposos. Una autoestima cuidada es sinónimo de una persona segura de sí misma, pero la pomposidad es sinónimo de un futuro megalómano.
Caer en las trampas de las que he hablado anteriormente supondrá que un niño crezca creyéndose superior al resto. No demostrará interés por los demás ni empatía por nadie y se centrará únicamente en sí mismo.
Este tipo de niños no tendrán ningún respeto por las reglas y pensarán que deberían tener el derecho a hacer lo que quisieran cuando quisieran para conseguir lo que quisieran, sin consecuencias de ningún tipo.
Para ser unos padres cariñosos y responsables, intentad evitar estas trampas. De lo contrario, podríais ser culpables, en parte, de la creación de un monstruo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario