Los físicos nos dicen que el espacio vacío es un material que puede contraerse, estirarse o curvarse como la política bipartidista y que, en realidad, no hay vacío. O sea, que no hay no hay, que es decirlo dos veces y hasta un poco contradictorio. No sé, no sé. Al contemplar, por ejemplo, el horror vacui que suscita el señorito Casado, se repara de inmediato en que, si parece haber algo en lugar de nada (en el "nuevo" Pepé), todo parecido es pura reincidencia. Porque su aportación consiste solo en copiar a Rivera y sustituir las momias de viejos por momias de jóvenes; por ejemplo, un Suárez Illana en vez de un Paquito Franco. Qué fachondeo. En fin, se puede decir que no hay no hay, pero aún menos: porque Mariano nos ha dejado con casi medio billón más de deuda con recortes y todo y ya estamos más cerca del agujero negro. El tiempo se acaba y todo se ralentiza en un país como este: incluso para sacar a Franco del agujero ha habido que estar haciendo palanca durante cuarenta años. El agujero negro crece, y más ahora, que acude menos turismo y concluyen las ayuditas del BCE. Ni Hawking nos saca de esta.
Un carcajo como el señorito Casado no merece ni media carcajada. Incluso un flojo y descompuesto posibilista como Sánchez parece modernísimo a su vera (la izquierda, se entiende, si es que existe algo así en algo tan ambidextro como el bipartidismo). El agujero negro es dextrógiro, aunque para los zurdos sea levógiro. Enfrentado al horror del vacío, del no hay, Pedrín se limita a remozar lo que puede del estropicio derechista y a hacer precampaña. Su alter-nada alternativa, el tituladísimo Casado, es solo el mineral que se creó cuando se le juntó la morralla de corruptos cospedalianos al ganar la persa y perversa gataza Soraya. Ante esta Barbie Opus Dei Casado no pasa de madelman vetusto, ni siquiera airgamboy, cuanto más a moderno playmobil. Es solo un niñato de invernadero creado a imagen y semejanza de Rivera; podría ser uno de los concejales Roñeras de José Mota y ni se notaría.
Los mosquitos han montado un botellón conmigo este verano, pero hete aquí que soy el primero en estas páginas en denunciar las primeras hojas por el suelo, las primeras moscas atontadas por las bocanadas del fresco otoñal. Uno mira las noticias y, como tiene la retórica costumbre de hacer símiles y comparaciones, descubre dos cosas.
Por ejemplo, Amenábar Amenábar, moro de de la morería, está provocando ya escandalera por su película sobre el incidente entre Millán Astray y Miguel de Unamuno en la Salamanca de comienzos de la Guerra Incivil. La verdad, si tengo que comparar a tuertimancos fascistas, prefiero a Claus von Stauffenberg que a Millán Astray. Ambos se dejaron parte de sí mismos en África, pero uno ganó Humanidad y conspiró para evitar que se matara a su propio pueblo, el otro se volvió loco (se conserva su historial médico) y se dedicó a matar a aquellos que había jurado defender, en una Cruzada a la inversa en la que eran los moros los que restituían el presuntamente decaído absolutismo nacionalcatolicista.
El otro símil es el del payaso Trump. Dice que la culpa de la epidemia de opiómanos y heroinómanos que aqueja a los EE. UU. es de los mexicanos. Difícil es creerlo si conoces algo la materia (dicen que Trump es paleto y no lee) y, en especial, qué es lo que importa a la gente pobre y no a Trump (quien ya ha intentado cargarse la seguridad social de los pobres, el Obamacare): cómo se puede acabar con esa epidemia.
Gracias a Dios, la dependencia de la heroína se puede curar definitivamente con un solo día de tratamiento en México; el nombre de esta maravillosa medicina es el clorhidrato de ibogaína. No provoca síndrome de abstinencia y si se controla médicamente evita por completo el mono y las recaídas. ¡Pero está prohibida en los Estados Unidos! ¿Por qué? Porque allí es mejor negocio tener caras clínicas de desintoxicación con Metadona, un "remedio" que es igual de adictivo y bastante más perjudicial, tratamiento largo, caro y de dudosa eficacia. Lo mismo cabe decir, para los problemas del espíritu, de alguna que otra droga sin contraindicaciones ni efectos secundarios dañinos especiales, como la Ayahuasca, que no te hace huir de los problemas, sino que te los desembrolla y pone delante de las narices para que los entiendas y los soluciones para siempre, hasta el punto de que algunas religiones la han adoptado ya como una forma de comunión. Se producen paradojas como que drogas legales, el alcohol por caso, provoquen adicciones que pueden ser curadas mejor que de ninguna otra manera por drogas ilegales, como ha sido demostrado para el caso del LSD, siempre bajo supervisión médica. El prestigiado cannabis, sin embargo, provoca esterilidad y en algunas personas con predisposición genética (el gen CSMD1), dependencia, amnesia y una cierta labilidad mental. Eso es porque solo uno de sus componentes, el CBD, es beneficioso como potente analgésico e incluso reductor de ciertos tipos de cáncer., mientras que el THC es el responsable de los efectos nocivos y tóxicos, especialmente entre los que tienden a la esquizofrenia, que ven agravada su enfermedad si fuman esta planta.
En fin, semejantes paradojas son bastante frecuentes en Estados Unidos, que posee una magnífica sanidad solo para ricos y una de las peores para los pobres. Una película como Dallas Buyers Club (2013) descubre también como las farmacéuticas se aprovecharon en los Estados Unidos para hacer negocio con el SIDA, mientras que México ofrecía tratamientos económicos para esa enfermedad. El llamado "hombre más odiado de los Estados Unidos", Martin Shkreli, un joven de 34 años director ejecutivo de la farmacéutica Turing, subió más de un 5.000% el precio de un medicamento para personas con el sistema inmune debilitado, el Daraprim, solo para hacerse más asquerosamente rico a costa de la muerte de enfermos pobres y sin seguro médico. Muchos médicos estadounidenses, además, recetaron opiáceos como analgésicos contra el dolor al estilo House que creaban dependencia y que, al acabar su prescripción, fueron sustituidos por opiáceos, creando la famosa epidemia americana. No creamos que estamos lejos de esos efectos: un español afectado por dolores de espalda que tome Tramadol, por ejemplo, podría ser detenido si viajara a Egipto con esa medicina, que allí está prohibida, como en otros países. En Estados Unidos muchos utilizan todo tipo de trucos para consumir narcóticos, ya que les basta variar algo la fórmula para que la ley admita que no es una droga lo que se está tomando, al no estar recogida en la ley. Los efectos varían poco. En Estados Unidos las razones económicas priman sobre las morales. Por ejemplo, el lobby católico estadounidense ha impedido una y otra vez que se alargue la fecha de prescripción de las causas por estupro, para evitarse idemnizaciónes. Y es solo un ejemplo entre muchos. Dixi.
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