lunes, 15 de junio de 2020

Quo evadis?

Si la Constitución monarcal que seguimos nos ha llevado a esto, ¿de qué sirve la Constitución? Supongo que no es país para jóvenes, ni siquiera para jubilatas, ya que han perecido unos cuarenta mil; de hecho, ya se está preparando un adecuado encogimiento de pensiones. En todo caso, todo el mundo sabe quién se llevó el dinero en la película y en la realidad, solo que, al contrario que Javier Bardem, está bien peinado y con gomina y son muchos, no solo un señor en las alturas (suizas).

Que el Estado se ocupe de los pobres con un Ingreso Mínimo Vital está bien, aunque eso venga tarde y a la velocidad del Gobierno; incluso esa utópica reducción de la ratio de alumnos por aula, que siempre hemos soñado los profesores está bien. Algo tenían que hacer también por los médicos, enfermeros, periodistas y policías, las personas más deprimidas o con mayor burnout, esa enfermedad laboral aún no reconocida, según los especialistas. 

Pero uno, que es mera clase media y cero a la izquierda, y no marcha por la derecha como ahora escriben en las aceras, piensa que su increíble clase menguante (que ya ni siquiera es media, sino cuarto y mitad) debería ser aliviada también con otras medidas, incluso económicas, porque la hiperburguesía se va a llevar el dinero a Suiza o a cualquier otro paraíso enseguida, siguiendo el ejemplo moral del muy propio y jubilata exjefe del Estado, modelo de virtudes cívicas y de fomento a la natalidad extraordinaria, gracias al cual hemos aprendido todos lo que significa la expresión aguantaformo. Esto es, el uso interesado del silencio. En efecto, solo los muertos del Panteón de El Escorial están más callados que el presunto, para quien si es cierto, que así parece, tendríamos que acuñar también otro neologismo, monarcaco.  Este bendito por la prensa señor es un cientocincuentaytresmileurista, al que lo que cobra de pensión no le basta por más que antes no pagara impuestos y empezara a hacerlo solo cuando fueron detrás de él con la fusta, que no con el rifle de cazar elefantes. Por algo es el único que no es igual ante la ley, según esa Constitución que conduce a... que conduce a.... qué conduce a.... Josús, no sé a dónde, solo que ya no tiene puntos. Nos va a tocar a los de siempre pagar su pacto (el de los poderes con el dinero). Como bien explica un historiador hace poco difunto y ya olvidado, Julio Anguita, peleamos contra los franceses porque nos lo dijeron los curas en 1808, y en 1823 nos dejamos invadir por los franceses porque nos lo pidieron otra vez. Aquí, en su Epílogo, divulgado tras su muerte, lo deja bien claro.

Ojalá estos régulos o reyezuelos a los que es imposible expulsar del cuerpo (social) legalmente, clave del arco que sostiene todo el chanchulleo del estado preposfranquista (poder que en nuestra historia siempre ha montado encima de las jerarquías medievales que nos dominan, el clericato y el ejército), puedan irse sin dejar muertos de aquí, como escribía a Joaquín Costa ese manchego "apóstol" del Partido Demócrata, el periodista de Almadenejos Fernando Lozano Montes, director de Las Dominicales del Libre Pensamiento, el periódico más acosado y denunciado por la derecha histórica en España, solo por debajo de El Motín de Nakens, quien, al contrario que el otro, era violento. 

Los periodistas manchegos más notables siempre han tirado por lo extremista: prueba de ello lo fueron también Pedro Estala (traductor de El contrato social de Rousseau), Félix Mejía (editor de El Zurriago y otros casi veinte periódicos), su colega Fernando Camborda (fundador de La Periodicomanía), Francisco Córdoba López (redactor de El Combate), Antonio Rodríguez García-Vao (amigo de Lozano y asesinado redactor de Las Dominicales) y el gran Alfonso García Tejero, este de Consuegra, un escritor que merecía más estudio y lectura de la que no tiene: preferimos El Marca y esas cosas. Esta antigua tradición izquierdista no ha tenido continuación tras la Guerra Civil, que puso las cosas donde estaban (eso no es evolucionar) e incluso bastante atrás, en sentido cangrejil, al menos durante veinte años, antes de que viniera, con muy justificable retraso, el interesado amigo americano. Porque aquí, si se habla de tradición, solo tienen en cuenta en La Mancha "las calvas venerables y católicas" que decía Machado. Los únicos notables fueron Francisco Nieva y  García Pavón.

En España era imposible ir al rápido compás de Europa y nos espantaba hasta el vértigo del Tren de la fresa. El moderno descubrimiento de la voluntad general que precedió a la democracia representativa, y el de los subsecuentes derechos humanos de primera y segunda generación que de ella derivan, nunca han ido con nosotros, que no los inventamos precisamente. España no es país para revoluciones, sino el de una gente que se pone la albarda para tirar de la carroza de Fernando VII, como ocurrió en Madrid cuando el monarca afrancesado y traidor entró en ella. El de los amantes de los cuernos, quiero decir los amantes de los toros que no son vacas. No es el del inútil uso de las armas, el del inútil verter la sangre, la inutilidad de cualquier violencia y de cualquier guerra civil, como escribió el presidente Manuel Azaña; entre nosotros el bien común nunca fue propio.

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