lunes, 12 de febrero de 2024

El orgullo del nacionalismo es inútil porque no puede compartirse.

Es una pena que nos sintamos más orgullosos por nuestra resiliencia en las guerras que por los logros científicos y técnicos que sí pueden compartirse con la humanidad. Un ejemplo es este:

Carta de José I Bonaparte a su hermano Napoleón

Hacen falta muchos medios para someter a España… este país y este pueblo no se parecen a ningún otro. No hay un solo español para defender mi causa. Tengo por enemigo a una nación de doce millones de almas enfurecidas hasta lo indecible. Todo lo que aquí se hizo el dos de mayo fue odioso. No, Sire. Estáis en un error. Vuestra gloria se hundirá en España.”

Napoleón Bonaparte

«Si esta guerra (Invadir España) fuera a costarme 80.000 soldados, no la haría, pero no llegarán a 12.000».

Llegó a tener más de 250.000 soldados en España de los que casi 110.000 no regresarían

"Esa desgraciada guerra de España me perdió. Los españoles todos se comportaron como un solo hombre de honor. Enfoqué mal el asunto ese; la inmoralidad debió resultar demasiado patente; la injusticia demasiado cínica y todo ello harto malo, puesto que he sucumbido. Todas las circunstancias de mis desastres vienen a vincularse con este nudo fatal; la guerra de España destruyó mi reputación en Europa, enmarañó mis dificultades y fue una escuela para los soldados ingleses. Fui yo quien formó al ejército británico en la Península".

En sus memorias, sobre los sucesos del dos de mayo, escribe: "Se indignaron con la afrenta y se sublevaron ante nuestra fuerza corriendo a las armas. Los españoles en masa se condujeron como un hombre de honor."

Jean Lannes, duque de Montebello, príncipe de Siewierz y mariscal de Francia, uno de los más brillantes militares franceses y amigo íntimo de Napoleón, escribió en una carta dirigida a este durante el segundo sitio de Zaragoza:

Jamás he visto encarnizamiento igual al que muestran nuestros enemigos en la defensa de esta plaza. Las mujeres se dejan matar delante de la brecha. Es preciso organizar un asalto por cada casa. El sitio de Zaragoza no se parece en nada a nuestras anteriores guerras. Es una guerra que horroriza. La ciudad arde en estos momentos por cuatro puntos distintos, y llueven sobre ella las bombas a centenares, pero nada basta para intimidar a sus defensores… ¡Qué guerra! ¡Qué hombres! Un asedio en cada calle, una mina bajo cada casa. ¡Verse obligado a matar a tantos valientes, o mejor a tantos furiosos! Esto es terrible. La victoria da pena.

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