Noam Chomsky / C. J. Polychroniou, "La crítica de Noam Chomsky a la publicidad, “una de las maldiciones del sistema capitalista”", en El País, 17 de septiembre de 2024:
El intelectual estadounidense recuerda la importancia de los medios locales independientes y de calidad. ‘Ideas’ adelanta un fragmento de ‘Autoridad ilegítima’ (Altamarea), un libro de entrevistas con el lingüista y analista político
Este texto es un fragmento una de las entrevistas de C. J. Polychroniou con Noam Chomsky, publicadas en la web Truthout en 2021 y 2022, en las que habla del futuro de Estados Unidos, de la guerra de Ucrania y de los retos de la crisis climática.
Pregunta: Las redes sociales, ¿han dificultado o facilitado hacerse una idea exacta de la realidad política?
Respuesta: Es difícil de decir, especialmente para mí, porque evito las redes sociales y solo dispongo de información limitada. Mi impresión es que se da un fenómeno mixto.
Las redes sociales ofrecen la oportunidad de acceder a una enorme variedad de perspectivas y análisis, y de encontrar información que a menudo no está disponible en los medios tradicionales. Por otra parte, no está claro hasta qué punto se aprovechan estas oportunidades. Se ha dicho —y mi limitada experiencia en el tema lo confirma— que muchos usuarios de estas redes tienden a habitar burbujas que se refuerzan a sí mismas y apenas leen o escuchan nada que se aparte de sus creencias y opiniones; peor, las afianzan hasta llegar al extremo.
Aparte de eso, las fuentes básicas de información siguen siendo prácticamente las mismas: la prensa convencional, con sus reporteros y corresponsalías. Mi impresión, una vez más, es que las oportunidades que ofrece internet se aprovechan poco.
Una consecuencia negativa de la rápida proliferación de las redes sociales es el acusado declive de los medios de comunicación tradicionales. No hace tanto, en Estados Unidos, había numerosos medios locales de gran calidad. La mayoría han desaparecido. Pocos tienen siquiera oficinas en Washington, y ni hablar de en otros lugares, como era habitual que sucediera. Durante las guerras centroamericanas de Ronald Reagan, que alcanzaron niveles extremos de sadismo, algunos de los mejores reportajes los realizaron reporteros del Boston Globe, varios de ellos íntimos amigos míos. De aquel periodismo no queda casi nada.
Los dirigentes del Partido Republicano han comprendido que, puesto que no pueden ganar votos con sus políticas económicas al servicio del gran capital y el poder corporativo, deben dirigir la atención hacia “cuestiones culturales”
La razón principal es la dependencia de los anunciantes, una de las maldiciones del sistema capitalista. Los padres fundadores tenían una visión diferente. Estaban a favor de una prensa verdaderamente independiente y la fomentaron. El servicio de Correos se creó en gran medida con este fin, para facilitar y abaratar el acceso a la prensa independiente.
En consonancia con la singularidad de ser una sociedad dirigida en gran medida por las empresas, Estados Unidos también es una excepción en el sentido de que casi no tiene medios de comunicación públicos: nada parecido a la BBC, por ejemplo. Los esfuerzos por desarrollarlos —primero en la radio, más tarde en la televisión— se abandonaron por la fuerte presión empresarial.
P: En 1988, Edward Herman y tú publicasteis Los guardianes de la libertad. El libro introducía el “modelo de propaganda” de la comunicación, que funciona a través de cinco filtros: la propiedad, la publicidad, la élite mediática, la crítica y el enemigo común. ¿Ha cambiado la era digital el modelo de propaganda? ¿Sigue funcionando?
R: Por desgracia, Edward, que fue el autor principal, ya no está con nosotros. Lo echamos mucho de menos. Creo que estaría de acuerdo conmigo en que la era digital no ha cambiado mucho las cosas, más allá de lo que acabo de describir. Lo que sobrevive de los medios de comunicación tradicionales sigue siendo la principal fuente de información y está sujeto a las mismas presiones que antes.
Es cierto que ha habido algunos cambios importantes. Al igual que otras instituciones, incluido el sector empresarial, los medios de comunicación se han visto influidos por los efectos civilizadores de los movimientos populares de los años sesenta. Impacta observar lo que se consideraba un comentario o un reportaje “apropiado” antes de aquello; muchos periodistas han pasado por esta experiencia liberadora.
Naturalmente, hay una reacción violenta, con apasionadas denuncias de esa cultura woke que reconoce que hay seres humanos con derechos aparte de los varones cristianos blancos. Desde la “estrategia sureña” de Nixon, los dirigentes del Partido Republicano han comprendido que, puesto que no pueden ganar votos con sus políticas económicas al servicio del gran capital y el poder corporativo, deben dirigir la atención hacia “cuestiones culturales”: la falsa idea de un “gran reemplazo”, las armas, cualquier cosa que oculte la realidad de que estamos trabajando a conciencia para apuñalarte por la espalda. Donald Trump era un maestro de esta técnica, a veces llamada “al ladrón”: cuando te pillan metiendo la mano en el bolsillo de alguien, gritas “al ladrón, al ladrón” y señalas a otra parte.
A pesar de todo, los medios de comunicación han mejorado en este aspecto y reflejan los cambios de la sociedad en general. No es baladí.
P: ¿Qué opinas del “y tú más” que se esgrime en las agrias polémicas a causa de la guerra en Ucrania?
R: Esto también viene de antiguo. En los primeros años de la posguerra, el pensamiento independiente podía silenciarse con la acusación de ser “rojo”: apoyas los crímenes de Stalin. Se habla a menudo de macartismo, pero eso no era más que la punta del iceberg. Lo que ahora se denuncia como “cultura de la cancelación” campó a sus anchas durante más de una década.
La técnica perdió efectividad cuando el país empezó a despertar de su letargo dogmático en los años sesenta. A principios de los ochenta, Jeane Kirkpatrick, una importante intelectual reaganiana experta en política exterior, ideó una nueva técnica: la equivalencia moral. Si revelas y criticas las atrocidades de la administración Reagan que ella apoyaba, eres culpable de “equivalencia moral”. Estás afirmando que Reagan no es diferente de Stalin o Hitler. Eso sirvió durante un tiempo para someter a quienes disentían de la línea del partido. El “y tú más” es una nueva variante, apenas diferente de sus predecesoras.
Para la verdadera mentalidad totalitaria, nada de esto es suficiente. Los líderes del Partido Republicano se afanan para limpiar las escuelas de todo lo que sea “divisivo” o cause “incomodidad”. Eso incluye prácticamente toda la historia —aparte los eslóganes patrióticos aprobados por la Comisión 1776 de Trump—, o lo que quiera que ideen los cabecillas republicanos cuando tomen el mando y puedan imponer una disciplina más estricta. Hay ingentes señales que advierten de ello, y motivos para esperar que haya más en el futuro.
Es importante recordar lo rígidos que han sido los controles ideológicos en Estados Unidos, tal vez un reflejo del hecho de ser una sociedad muy libre en comparación con otras, lo que pone en aprietos a los guardianes de las esencias, que deben estar siempre alerta a los signos de desviación.
Ahora, después de muchos años, ya se puede decir la palabra “socialista”, que significa socialdemócrata moderado. En este sentido, Estados Unidos se ha desmarcado por fin de las dictaduras totalitarias. Si retrocedemos sesenta años, incluso las palabras “capitalismo” e “imperialismo” eran demasiado radicales para ser pronunciadas. En 1965, el presidente de Students for a Democratic Society, Paul Potter, se armó de valor para “nombrar el sistema” en un discurso, pero no consiguió pronunciar aquellas palabras.
En los años sesenta hubo algunos avances, que preocuparon profundamente a los liberales estadounidenses, quienes advirtieron de una “crisis de la democracia”, ya que demasiados sectores de la población intentaban entrar en la arena política para defender sus derechos. Aconsejaron mayor “moderación en la democracia”, el regreso a la pasividad y la obediencia, y condenaron a las instituciones responsables del “adoctrinamiento de los jóvenes” por no fallar en su cometido. Desde entonces se han abierto más las puertas, lo que en consecuencia exige medidas más urgentes para imponer disciplina.
Si los autoritarios del Partido Republicano consiguen destruir la democracia lo suficiente como para implantar el gobierno permanente de una casta nacionalista, cristiana, supremacista blanca, supeditada al gran capital y el poder privado, es probable que disfrutemos de las payasadas de figuras como el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que prohibió el 40% de los textos de matemáticas para niños en el estado debido a “referencias a la teoría crítica de la raza […] y la inclusión no solicitada de aprendizaje social emocional” en la asignatura, según la directiva oficial. Bajo presión, el estado dio a conocer algunos ejemplos aterradores, como un objetivo educativo según el cual “los alumnos adquieren conciencia social a medida que practican la empatía con los compañeros de clase”.
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