lunes, 15 de marzo de 2010

Posibles inéditos de Quevedo

(No me parecen de Quevedo, sobre todo el primero, que tiene algo de Góngora, y tampoco el IV, por la aspiración de la h que rompe la sinalefa y que podría buscarse en un manchego o toledano, pero no en un madrileño; véanse además las rimas fáciles y las asonancias casuales entre cuartetos y tercetos, que alguien como Quevedo no cometería nunca y denuncian al poeta inexperto; además hay anacolutos que él no se hubiera permitido; sin embargo, el último muy bien hubiera podido firmarlo él, pues es muy elegante, aunque tampoco posee rasgos de estilo quevediano; rehago la puntuación, que me parece errónea, así como diversas lectiones faciliores de la transcriptora, que no debía tener muy buen oído, a juzgar por su transcripción del verso 13 del tercer soneto, por ejemplo, donde copia "el sol llore")

El Cultural, 12-III-2010:

Todo está en los archivos y bibliotecas. Tras investigar en algunos de los menos frecuentados de España y Portugal y escarbar entre los legajos del Manuscrito de Évora, la profesora
María Hernández lanza esta semana Poesía inédita de Francisco de Quevedo (Libros del Silencio). Imposible, dicen los expertos, confirmar su autoría o negarla, pues bien pudo haberlos escrito Quevedo, que no publicó en vida sus versos, por lo que mucha de su poesía tal vez esté extraviada o siga, como hasta ahora, escondida en obras como ésta.


I

La nave que surcando el Ponto pasa
ligera y fuerte como viento y peña,
el bravo mar, con ocasión pequeña,
rompe, sorbe, deshace, ahoga, arrasa.

La ciudad fuerte o respetada casa
que de tratar las nubes se desdeña,
con breve curso el Tiempo nos la enseña
rota, humilde, asolada, yerma y rasa.

La ignorancia mortal que se alimenta
de bárbara ambición y se presume
potente, firme, estable, altiva, osada

baje la rueda, reconozca y sienta
que en un punto la muerte la resume
en humo, en polvo, en viento, en sombra, en nada.

II

Memorial que se dio a Felipe IV
por su buen gobierno

Soneto


Señor, no se despacha dependiente,
el turés baja, el francés se altera,
quema tus puertas con audacia fiera
el poderoso amigo de Occidente.

Armada no parece, falta gente
que surque el mar y ampare su ribera;
en palacio no hay blanca, y paga espera
el pobre ciego, cojo y el doliente.

Tu Majestad lo vea y dé la traza

que al prohibido remedio más importe,
que mi vejez en llanto la resuelvo.

"Denme caballos, venga el Duque a caza,
córranse toros, múdese la Corte,
y digan a la Reina que ya vuelvo".

III

A Marçal Font


Cuando contemplo de la alquimia el oro
de tus ojos en mares naufragados,
mi boca, en su deseo desbocado,
busca sedienta el mapa del tesoro.

Mas me admiro, no obstante, cuando veo
que manejas la pluma con destreza,
que cantas con sigilo a la belleza
fecundando las mentes cual Orfeo.

No es mi soñar callar con cortesía,
el niño Amor escoge mi ventura:
disculpa ¡oh mi galán! esta osadía:

pues arderé por ti en la noche fría
y hasta que llore el sol mi sepultura
la vida bailaré en tu compañía.

IV

Hermosa, altiva, inexorable Armida,
que te desdeñas si te toca el viento,
templa, benigna, el libre pensamiento
ya que no enamorada, agradecida.

¿Dó vas? ¿Intentas de quitar la vida
al que la da a tu fama? ¡Bravo intento!
¿No te ves por su heroico entendimiento
entre Ariadna y Leda entretejida?

Mas tu basquiña siga tus cuidados
y abraza alegre tu sabroso daño
ufana, que pudiste merecerlo;

que su camino hallarán los hados
y, si te abrasa incendio tan extraño,
nunca en Cartago ardió fuego tan bello.

V

[No bastan los agravios...]


No bastan los agravios que, velando
de ti Fortuna y Tiempo, estoy sufriendo,
Amor, sin que permitas que, durmiendo,
me estéis Fortuna y Tiempo y tú burlando,

que, cuando el claro sol su luz mostrando
voy sus mejillas de oro descubriendo,
me estaba la Fortuna a mí ofreciendo
la conquista, al Mundo regalando.

Con aquesto también quisiste darme
cabellos, ojos, frente, manos, boca
cual mil veces lo tuve deseado.

Más deshaz el agravio con mostrarme
esto despierto, porque injusto toca
pagar despierto mal con bien soñado.

VI

A la Pobreza

Hambrienta, rota, inquieta, disgustada,
pálida, débil, triste y congojosa,
cortés, humilde, inútil, ingeniosa,
baja, ruin, civil, ocasionada;

de todo el mundo con razón odiada;
de cuantas cosas miras, deseosa;
en sujetos honrados, vergonzosa;
y en los que no lo son, desvergonzada.

Símbolo sin razón, sosa, afligida,
noche de la verdad y entendimiento,
ruïna del valor y la nobleza,

riguroso verdugo de la vida
y de las almas infernal tormento
eres infame y mísera, Pobreza.

VII

A [la] Franqueza

Subí como Dios sabe, y no podía;
hasta poner los pies de oro pensaba,
pero, como subir más deseaba,
poco lo que subí me parecía.

Mil ilícitos medios inquiría
y el deseo de arriba me ayudaba;
ambición y avaricia me guiaba
agarrando de todo cuanto vía.

Pero fue mi subir como cohete,
que todo cuanto puede en la subida
emplea, sin pensar que el bajar falta.

El Tiempo en mí cumplió lo que promete,
y dio gran estallido mi caída,
por ser pesado yo y la torre alta.

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