martes, 8 de marzo de 2011

Ignosticismo

Muchos consideran la cuestión de la existencia de Dios o importantísima o baladí; es cierto que proporciona gran cohesión social y es, en esos respectos, una ventaja evolutiva, como otros símbolos o memes; el curioso Jorge Santayana, hombre de prosa admirable al que podría etiquetarse como un Borges con peluca dieciochesca, lo estima un tema apasionante que merece la pena disfrutar como el arte más refinado producido por el hombre. Ni siquiera el muy descreído de Feuerbach en sus poemas más terroristas llegó tan lejos. Yo, que sustento un interés mórbido por el tema desde que los curas maltrataron hace siglos mi más remota y jurásica infancia, quemándome en la hoguera de sus vanidades (que también venalidades y penalidades), he terminado al fin por volverme algo Santayana, o más exactamente, ignóstico (y no agnóstico) en toda la extensión del vocablo. Porque hay conceptos que tienen verdad, mientras que otros sólo tienen historia. La discusión sobre si Dios o el alma posee alguna de esas dos cosas ha sido, históricamente, muy fructífera; pero como humilde ignóstico, para mí Dios es sólo eso, una discusión interminable e interminada que ansía conclusión. Desde luego, como dijo Voltaire, una religión es insoportable; dos destruyen un país y treinta garantizan que haya paz. O sea, más o menos como la política. Cual dijo Heine: "Dios me perdonará: es su trabajo".

1 comentario:

  1. Me apunto

    Gran desconocedor que es uno, se apunta al término ignosticista y adelanto que lo esparciré allá donde uno pueda.

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