martes, 12 de julio de 2011

Otro mártir protestante

No simpatizo ni con el puritanismo ni con las creencias carboneras o la superstición sanguínea de los Testigos de Jehová, aunque admiro su fanática honradez y su pacifismo; ellos también tienen sus mártires en la Guerra Civil. He aquí uno.


Jaca 18 - agosto 37. Querida madre y hermana: Hace días que no sabéis nada de mí pero he aquí la causa. Hace 2 o 3 días dije en el cuartel que no podía coger las armas y me amenazaron y entonces deserté». Así comienza la carta que Antonio Gargallo Mejía (1918-1937), el primer objetor de conciencia de nuestro país, escribió a su familia poco antes de que lo fusilaran. Ellas no recibieron la misiva hasta mucho después, aunque sí se conserva una copia en el expediente. Su hijo y hermano era un joven de 19 años, un panadero que estudiaba para delineante y que debido a sus ideas religiosas —era testigo de Jehová cuando en España los miembros de esta fe se podían contar con los dedos de una mano— prefirió morir antes que matar a nadie. El mandato de «ni aprenderán más la guerra» de Isaías 2:4 (el mismo que inspira la enorme figura que preside el edificio de la ONU en Nueva York ) le hizo perder la vida.

Hijo de un funcionario de prisiones (murió antes de su fusilamiento) destinado primero a Jaca y después a Zaragoza, Antonio fue llamado a filas en agosto de 1937 por el Ejército rebelde, concretamente por el Regimiento Aragón número 17. Su cuartel era el de la localidad oscense, un escenario especialmente significado durante la contienda. Uno de sus amigos, Nemesio Orús, estuvo en una situación parecida a la suya pero, cuando estaba ante el pelotón de fusilamiento, su esposa, que no era testigo, se echó a los pies del capitán del pelotón para rogarle que le dejara marchar, que su marido había perdido la cabeza con la Biblia.

«No me despedí de vosotras porque se dice que fusilan a las familias de los desertores, pues por si acaso, no sabiéndolo tú no te podrían hacer nada. Me han detenido y sin oírme siquiera me han condenado a muerte y esta noche dejo de vivir en la Tierra». Antonio se presentó ante los superiores, pero no quiso jurar lealtad a la bandera. Consiguió escapar pero le detuvieron en Canfranc, cuando estaba a punto de atravesar la frontera a través del puerto de Somport. Le sometieron a un consejo de guerra que le dio dos alternativas: o luchaba o sería fusilado.

«No te aflijas ni llores por que te he desobedecido, pero he obedecido a Dios. Después de todo poco pierdo porque, si Dios quiere, pasaré a una nueva y mejor vida». Antonio Gargallo era considerado como el primer insumiso por el movimiento que se opuso al servicio militar obligatorio desde finales de los 80 hasta que éste fue abolido en 2001, pero su historia aún tenía muchas sombras. Fechas erráticas que confundían. La España católica, apostólica y romana prefería ocultar la existencia de un individuo que, además de desertor, era un apóstata.

«Tú eres muy católica pero no tienes tanta fe como yo. Tú ves ahora las injusticias que se hacen en el mundo». La familia eligió callar y su hermana prefirió decirle a sus hijos que su hermano había sido fusilado por las tropas franquistas debido a sus ideas políticas. En los años 90 esta mujer, que vivía en Zaragoza, se encontró con un miembro de los Testigos de Jehová y le dijo que esta confesión no sabía reconocer a sus mártires como sí habían hecho los católicos con los suyos. Sí había un informe internacional sobre España de 1978 que hablaba de Antonio, pero era necesario investigar más. Ella facilitó una foto que conservaba de él. El expediente que se guarda en el juzgado togado de Zaragoza sobre Gargallo señalaba al cementerio de Jaca, donde a todas luces está enterrado en una fosa común. Según el archivo del camposanto, el 18 de agosto de 1937, justo en la fecha de la carta, se produce una inhumación «sin nombre». «Adiós madre y hermana queridas hasta siempre. Hoy estreno el papel que tú me regalaste. Estoy tranquilo hasta que llegue mi hora».

La investigación sobre el primer español que murió por negarse a empuñar las armas fue llevada a cabo por Aníbal Matos, director apoderado para España del Círculo Europeo de Antiguos Deportados e Internados Testigos de Jehová, una asociación constituida por supervivientes de los campos de concentración nazis y sus descencientes. Para él fue una sorpresa poder constatar con todo detalle la existencia de un objetor en la España de 1937, antes incluso que los 'Bibelforschers' (los Estudiantes de la Biblia) que quiso exterminar Hitler: «Las circunstancias de Antonio fueron especialmente dramáticas porque objetaba del Ejército que iba ganando terreno y además en un lugar como Jaca». La carta de Antonio termina: «Recibid el último abrazo de éste vuestro hijo y hermano que os quiere de verdad aunque no lo creáis»

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