Javier Rodríguez Marcos, Fernando Savater: “La aflicción es más fuerte que la razón”, El País, 22 de mayo 21015:
El filósofo publica 'Voltaire contra los fanáticos', un alegato a favor de la tolerancia. El libro está dedicado a su mujer, fallecida en marzo pasado.
“Fue valiente, sabia, libre, única”. Esto decía la esquela de Sara Torres, esposa de Fernando Savater, que murió el 18 de marzo pasado. Semanas antes su marido le había dedicado Voltaire contra los fanáticos (Ariel), una antología de textos del pensador francés. El libro acaba de aparecer y el filósofo, abatido, se ha instalado en San Sebastián, la ciudad en la que nació en 1947. Solo ha vuelto a Madrid fugazmente para participar en un mitin de UPyD, su partido. “En esta casa hay demasiados recuerdos, literalmente”, dice señalando los mil libros, fotos y figuritas que tapizan las paredes.
Pregunta. ¿La filosofía sirve para algo cuando muere alguien querido?
Respuesta. Desgraciadamente, no. Tienes más argumentos para razonar las cosas, pero la razón no detiene el dolor. La aflicción es más fuerte que la razón.
P. ¿Tampoco la literatura consuela?
R. A mí, no. Al contrario. Nosotros teníamos una relación basada en compartir los libros, las películas… Ahora todo me parece plano, sin eco.
P. En este libro se declara fanático de su mujer. El único fanatismo que se permite usted. ¿Por qué deberíamos leer a Voltaire?
R. La mayor parte de su obra es ilegible salvo para expertos en el siglo XVIII. Pero perduran sus opúsculos, los cuentecitos, el maravilloso Diccionario filosófico. Y luego está la correspondencia, que era fabulosa. Se encontraron 40.000 cartas en su casa de Ferney. Lo que hubiera hecho este hombre con un WhatsApp.
P. Desde los atentados de Charlie Hebdo es un best seller.
R. Siempre que ha habido atentados basados en la intolerancia se recurre a él. Yo estaba en Inglaterra cuando la fetua contra Rushdie y vi un cartel que decía: “Avisad a Voltaire”.
P. ¿Qué le parece la polémica en el Pen Club sobre premiar o no a Charlie Hebdo?
R. Charlie Hebdo ha sido provocador para muchos. No todo el mundo va a matarlos, pero no quieren que se les dé una medalla. Eso revela que los fanáticos son el extremo de algo que tiene otros muchos grados. Todos los que ponen objeciones a que alguien pueda expresarse libremente porque la blasfemia está mal son un estadio primero de lo que los islamistas son el último.
P. ¿Blasfemar es un derecho?
R. Si me invitan a casa de unos señores religiosos no entró cagándome en Dios. Pero una cosa es la cortesía, cosa que suelo practicar, y otra que sea una obligación. Algunos dicen: “Es que hiere mis sentimientos”. Pues no lea Charlie Hebdo. La convivencia en la democracia consiste en saber distinguir lo que puede molestarnos y lo que podemos castigar.
P. En el libro define al intelectual como una mezcla de agitador político, profeta y director espiritual. Parece un autorretrato.
R. No, no, es un retrato de Voltaire, que fue el primer intelectual moderno. De Erasmo podrías decir que es un intelectual, pero le faltaba algo fundamental: los medios de comunicación. Es gracioso que se hable de intelectual mediático. Todos lo son.
P. También dice que Voltaire era más “un pedagogo y un divulgador” que un “especulador creativo”. ¿Se identifica usted?
R. Sí, no he sido un contemplativo. Seguramente por falta de talento para ello. Una cosa son los grandes filósofos y otra los que acercamos las ideas de los grandes a la gente corriente. Siempre he tenido una idea activa de la filosofía. Me interesa la razón práctica: no tanto cómo conocer más sino cómo vivir mejor.
P. ¿Siente que ha sacrificado su trabajo teórico por esa actividad práctica?
R. No. Es cierto que si no hubiera vivido en el País Vasco no habría dedicado tanto esfuerzo a algo tan estúpido como el nacionalismo, pero no voy a decir que no he escrito la Crítica de la razón pura porque he perdido el tiempo haciendo política. Con más tiempo tampoco la habría escrito. Crecí en una dictadura y desde joven estaba deseando ejercerme como ciudadano político.
P. ¿Hay algo de vanidad en esa exhibición pública?
R. Puede ser. Los alumnos que no se atreven a preguntar en clase son a veces lo que tienen cosas más interesantes que decir. Para decidirte necesitas cierta seguridad en ti mismo, y la vanidad puede ser parte de ella.
P. Milita en UPyD, ¿nunca le han ofrecido ser candidato?
R. Sí, incluso antes de la fundación de UPyD. Pero siempre he pensado que yo puedo ser político como tú puedes usar una sopera de Limoges como orinal: en los dos casos hay un desperdicio de material [ríe].
P. Eso sí que suena vanidoso.
R. Exactamente [ríe de nuevo]. Para ser político hay que tener capacidad gestora, no solo vocación de hacerse oír. Yo tengo lo segundo pero carezco de lo primero. Massimo Cacciari tenía las dos. En las cenas nos hablaba de abstracciones que tardábamos dos horas en entender y luego, como alcalde de Venecia, fue el más eficaz. Yo ni rellenar un formulario sé.
P. ¿Qué le parece que proliferen los intelectuales-candidatos?
R. Prefiero a alguien que sepa cómo funcionan los ayuntamientos.
P. Tal vez no se busca alguien que sepa sino alguien decente.
R. Parece que la política es el lugar de los vicios y la ética el lugar de las virtudes, pero no es así. La política también tiene sus valores. La honradez de un ministro no es solo un valor personal, es una virtud política.
P. Su gran éxito fue Ética para Amador, dedicado a su hijo. Su propia generación se rebeló contra la autoridad. ¿Puede haber educación sin autoridad?
R. La autoridad es necesaria; la tiranía, no. Hegel decía: “Ser libre no es nada; llegar a ser libre es lo importante”. Para llegar a ser libre hace falta la autoridad. Autoridad viene de augeo: ayudar a hacer crecer. Autoridad y auge vienen de lo mismo. Todos crecemos como la hiedra, apoyándonos en algo que nos ofrece resistencia. La tiranía quiere que seamos eternamente niños. La autoridad ofrece resistencia pero hace crecer. Si no has tenido resistencia no creces recto, sino reptando.
P. ¿Lo ha aplicado cómo padre?
R. Como profesor. Como padre es otra cosa. Cuando Amador vivía conmigo y le reñía me decía: “Y pensar que todos creen que eres un padre modélico”. Yo le decía: “Eh, aquí soy el padre, no el que escribe los libros”. De todos modos, Amador ha sido mejor de lo que yo le hubiera podido enseñar a ser. Lo habrá sacado de otro sitio.
P. Su hijo fue muy activo durante el 15-M. ¿Se entiende con él?
R. Como se entienden un padre y un hijo. No hacemos masters discutiendo. Lo que me tranquiliza es que se ha dedicado a las cosas que importan. No es broker de bolsa, vamos. Aunque no tenga las mismas ideas que yo, tiene la idea que tengo yo sobre las cosas que importan.
P. ¿Y qué es lo que importa?
R. Yo siempre me he considerado una persona sin importancia que se ha dedicado a las cosas importantes: a la reflexión sobre la sociedad, sobre la libertad, a la lucha contra las imposiciones tiránicas y contra la brutalidad. En eso he pensado siempre.
P. ¿Ahora qué está pensando?
R. Ahora todo me cuesta un horror. Hasta levantarme y afeitarme por las mañanas. Estoy tratando de acabar un libro que habíamos empezado mi mujer y yo. Sobre las guaridas de los grandes escritores europeos. Ella hacía el diseño gráfico, con cómics y fotografías y yo, los textos. Lo firmamos los dos. Muchos libros míos deberían haber salido firmados también por ella, pero ella no quería. Por fin habrá uno. Se titula Aquí viven leones.
UPyD vuelve a la casilla de salida
Cuando se le pregunta qué le pasa a UPyD, el partido que él contribuyó a fundar, Savater no duda un segundo: “Le pasa que es víctima de la moda. Los medios se olvidan de un partido que sacó un millón de votos en las europeas. Solo se cuentan las querellas internas, como si en otros partidos la gente no criticara a la dirección. ¿Y nuestras propuestas? UPyD ya ha hecho lo que los otros partidos dicen que van a hacer: combatir la corrupción, no tener imputados... Estamos como en la primera época, cuando no nos querían dar dinero en los bancos y los periódicos no nos hacían caso”.
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