(Entre los especialistas en literatura tiene muy poco crédito el premio Planeta, ya que, al tratarse de una mera inversión industrial, no puede permitirse premiar a un desconocido y que no se vendan tantas obras como si fuera a alguien con un previo trabajo de mercadotecnia, por lo cual, aunque se presentan cientos de obras, en realidad el premio solo se elige entre las siete u ocho novelas que el editor ha encargado previamente a escritores de renombre, con los cuales ha cenado antes. Así lo dicen muchos de los que han sido jurados de este premio; no se crean, pues, todo lo que se presupone)
Carles Geli, "Giménez Bartlett: El mundo está bastante encanallado”, en El País, 17 de octubre de 2015:
La escritora asegura que su 'Hombres desnudos', ganadora del Planeta y que aborda la prostitución masculina, es una "exploracion social de la crisis"
Alicia Giménez Bartlett (Almansa, Albacete, 1951) es de las pocas personas quizá que aún se le erizan los pelos cuando alguien le devuelve el saludo por la mañana o un camarero deja algún rastro de cordialidad. “Aún existe esa amabilidad hacia el otro y del otro, y en buena parte se genera en ti”, defiende con voz bajita, castigada tras la maratón de entrevistas, peaje de haber ganado ayer el 64 premio Planeta de novela por Hombres desnudos, libro que quizá no hubiera podido escribir si la reconocida madre literaria de la inspectora Petra Delicado no fuera una observadora sagaz.
“Ocurrió que a una fiesta se presentó una amiga nuestra con un hombre moreno de no más de 30 años y metro ochenta, guapísimo, bien educado; sólo hablaba de tenis, pero todas nos quedamos babeando”. Era un gigoló. “Se dio un gustazo pero nadie lo criticó por el entorno económico en el que estábamos”, constata la escritora.
El personaje, la amiga, la actitud del entorno acomodado… todo lo de aquel episodio está subyacente en la trama de la obra con la que Giménez Bartlett se embolsó los 601.000 euros del galardón mejor dotado de las letras hispanas. En ella, Javier, profesor de literatura en paro, se cruza con una adinerada empresaria recién abandonada por su marido, obligados ambos a cambios radicales en sus respectivas vidas cuya intersección estará en la prostitución masculina. “Sí, he investigado sobre ese tema que, como mínimo en España, funciona más por el boca-oreja que por agencias de servicios masculinos” apunta Giménez Bartlett.
Vivimos en una sociedad decadente, tipo final del Imperio romano. En ese contexto, reivindico la existencia y el uso del chico de alterne.
El episodio no deja de ser la punta del iceberg del trasunto que quería abordar. “Buscaba analizar los cambios psicológicos y de actitudes que está comportando la crisis económica: ¿está primero la lucha de sexos o la igualdad? ¿Rebelarse lo hace alguien? Y si lo hace, ¿sirve de algo? ¿Qué precio paga quien, a pesar de estar muy preparado, no puede encontrar empleo de casi nada? Aquí hay una lucha social que sigue latente, aunque no se hable de ella”. Y, de algún modo, la gran paradoja que es que una situación así no tiene una traslación violenta: “Lo hemos visto en Grecia o en Portugal: esto no puede estallar porque el grado de civilización que supuestamente hemos alcanzado es también tan supuestamente perfecto que hacer cualquier cosa fuera de lo pautado parece ya una locura de bárbaros”, dice quien recogió el galardón ante todas las autoridades con un jersey en el que podía leerse la inscripción “Merde”: “Ya que no podemos hacer la revolución… fue una pequeña broma”.
Esa “exploración social”, como Giménez Bartlett clasifica su nuevo libro, ¿no cabía en la serie de su inspectora Delicado? “Son temas más duros y serios que los que suelen caber en esa serie, donde Petra gasta más un registro humorístico”. En realidad, así lo ha hecho siempre la escritora, que ya ha abordado esas temáticas sobre la mujer y la sexualidad o sobre las tensiones sociales en ensayos como La deuda de Eva o El misterio de los sexos o incluso en novelas como Una habitación ajena... Es más de la mitad de su bibliografía y una casi misma proporción de sus premios, pero sigue siendo reconocida como la dama de la novela negra española. Lo lamenta relativamente: “Con la escritura hace años que he hecho lo que me ha dado la gana y he vivido bastante bien de mis libros, el resto es la necesidad de nuestra sociedad de etiquetar y parcelar”.
Quizá Hombres desnudos, por la prostitución masculina, caiga en otro aspecto de las etiquetas sociales, al poder incomodar potencialmente a sectores feministas: ¿que las mujeres puedan hacer uso de los gigolós como los hombres lo hacen de señoras de compañía es un signo de igualdad o no deja de ser otra vertiente de un retroceso? “Supongo que todos somos conscientes de que vivimos en una sociedad decadente, tipo final del Imperio romano… En ese contexto, reivindico la existencia y el uso del chico de alterne… Mire: en este mundo todo está igual de encanallado y no vamos a pretender que las mujeres sean las únicas monjas; puestos a estar como estamos, mejor igualemos en alguno defectos”.
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