Saben los lingüistas, Ullmann, por ejemplo, que los verdaderos sinónimos son escasos, porque casi ninguno satisface todos los contextos. Pero a los políticos se les olvida con mucha frecuencia, acaso porque ninguno sirve para nada y son tan intercambiables como idimitibles. El senador Camilo José Cela tuvo ocasión de demostrarlo cuando dormitaba apaciblemente como un Homero en su escaño, allá por los primeros años de la transición sin fin (Woody Allen decía que la Eternidad se hacía muy larga, sobre todo hacia el final). El Presidente de la cámara lo despertó con la siguiente recriminación: "Su señoría estaba durmiendo", a lo que replicó el galaico: "No, señoría, estaba dormido. ""Es lo mismo", replicó. "Nada de eso", esgrimía Cela, "no es lo mismo estar jodiendo que estar jodido". Algo parecido aparece en La legión invencible, de John Ford, cuando un sargento irlandés pasa revista a la tropa pidiendo que cuiden su léxico y alguien le advierte desde las filas: "¡Y la gramática!"
Hay verbos más susceptibles de pasiva que de activa. No es lo mismo tener seis millones de parados que seis millones de detenidos. La segunda palabra tiene algo por delante que corta, pega y manda. En el siglo XIX usaban denominaciones como cesante o desempleado, que suenan más humanas y menos a engranaje mecánico. Porque esta mecanización de las palabras refleja la bajada de temperatura viva de la sociedad: el paro es una tragedia vital e incluso, en la filosofía de Marx, el trabajo es ni más ni menos que el sentido de la vida: no tiene otro.
El cesante, pues, en especial el joven que ni siquiera sabe para qué le han educado, estarían desviviendo su vida en las condiciones inauténticas, indignas e inhumanas que causan revolución. El parado/detenido se transformaría en lo que Camus llamaba un homme revolté, un hombre revuelto o airado, un signo de sufrimiento e ira que se quiere compartir y transmitir. Otros, en especial los más jóvenes, están tan acojonados que ni siquiera fríen en la sartén: no han salido del huevo.
Pero claro, el poder tiene claro que esas filosofías, la marxista y la existencial, al fin y al cabo humanismos, no les van, y se inventan otra filosofía que reduce algo tan complejo como la polis a un mercado de individuos insolidarios. Y lo reducen y banalizan todo a la plana apariencia de su ideología de consumo y sus tres valores principales: vulgaridad, fachada y fragmentariedad. A esos reduccionismos incompletos los llaman en el psicoanálisis pulsiones de muerte. No voy a decir que un parado es un zombie, pero casi. El capitalismo tiene algo de incompleto, evitador y asesino. Nadie sabe de dónde podría venir la caritativa "mano invisible" de Adam Smith; lo más posible es que no ayude, sino que te estrangule o se haga una paja. El capitalismo lo degrada todo, su único defecto es que produce demasiada basura, incluso basura humana: gente que, en sí misma, es basura. Transforma las relaciones humanas en relaciones de consumo, fragmentarias, vulgares y de fachada. Hombres y mujeres de usar y tirar, como la ropa de Zara.
El cesante, pues, en especial el joven que ni siquiera sabe para qué le han educado, estarían desviviendo su vida en las condiciones inauténticas, indignas e inhumanas que causan revolución. El parado/detenido se transformaría en lo que Camus llamaba un homme revolté, un hombre revuelto o airado, un signo de sufrimiento e ira que se quiere compartir y transmitir. Otros, en especial los más jóvenes, están tan acojonados que ni siquiera fríen en la sartén: no han salido del huevo.
Pero claro, el poder tiene claro que esas filosofías, la marxista y la existencial, al fin y al cabo humanismos, no les van, y se inventan otra filosofía que reduce algo tan complejo como la polis a un mercado de individuos insolidarios. Y lo reducen y banalizan todo a la plana apariencia de su ideología de consumo y sus tres valores principales: vulgaridad, fachada y fragmentariedad. A esos reduccionismos incompletos los llaman en el psicoanálisis pulsiones de muerte. No voy a decir que un parado es un zombie, pero casi. El capitalismo tiene algo de incompleto, evitador y asesino. Nadie sabe de dónde podría venir la caritativa "mano invisible" de Adam Smith; lo más posible es que no ayude, sino que te estrangule o se haga una paja. El capitalismo lo degrada todo, su único defecto es que produce demasiada basura, incluso basura humana: gente que, en sí misma, es basura. Transforma las relaciones humanas en relaciones de consumo, fragmentarias, vulgares y de fachada. Hombres y mujeres de usar y tirar, como la ropa de Zara.
A mí siempre me ha parecido que algo había de extraño en la sinonimia parado / detenido. El vocablo parado tiene más cauce, porque no es culpable de nada; el vocablo detenido, sin duda, tiene un problema; para él la estructura del mundo es injusta; es o debería ser un revolté o revoltoso, un revuelto contra ella. Para la derecha todos los parados son, o debieran ser, unos parados bien encerraditos y con su culpa dentro; ellos prefieren los activos a los movidos; los activos sacan dinero y recaudan riqueza; los movidos dan problemas sindicales y exigen justicia.
El término detenido choca contra un obstáculo muy gordo que pasa en medio de un silencio ominoso, que dicen los novelistas. ¿Qué obstáculo es ese que crece como una montaña y amenaza con alcanzar las alturas del K-2, esa cumbre laboriosa de subir e imposible de bajar? Desde luego no es el parto de los montes: detiene a seis millones de personas, más que toda Dinamarca. Esa enorme montaña está hecha de activos asiáticos mal retribuidos. Y ni siquiera es una sola: es una cordillera tan grande como el Himalaya: indios, chinos, coreanos... incluso Brasil y México, nos están comiendo vivos sin que defendamos con una gran muralla de proteccionismo nuestras economías más o menos equilibradas. Esa gran muralla los obligaría a redistribuir sus costos en bienestar común y más derechos humanos para esa clase media que ellos están construyendo y la parte menos nuestra de nos-otros estamos destruyendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario