viernes, 5 de junio de 2015

La velada en Benicarló


Cándido Marquesán Millán, "Quizá el enemigo de un español es siempre otro español", en Nueva Tribuna, 1-V-2015:

Los españoles tenemos una idiosincrasia característica, en relación a la de otros pueblos. Entendida según el Diccionario de la lengua española de la RAE “Rasgos, temperamento, carácter, etc., distintivos y propios de un individuo o de una colectividad”. Esta manera de ser y estar en el mundo se ha ido forjando y posando a lo largo de nuestra historia. A esta disciplina quiero recurrir ahora, para tratar de ver si de alguna manera hemos cambiado en nuestra esencia, o si por el contrario seguimos siendo igual; y también por las razones expuestas en el texto siguiente de Ortega y Gasset de su prólogo a la obra de Guizot Historia de la civilización en Europa:

 “Siempre ha acontecido esto. Cuando el inmediato futuro se hace demasiado turbio y se presenta excesivamente problemático el hombre vuelve atrás la cabeza, como instintivamente, esperando que allí, atrás, aparezca la solución. Este recurso del futuro al pretérito es el origen de la historia misma…Y cabe decir más. La mirada hacia el pasado busca en él a mayor o menor profundidad según sea el calado del azoramiento ante el futuro, según sean más o menos básicas las cosas que se han vuelto problemáticas”.

Uno de los personajes políticos más brillantes de nuestra historia, ha sido Manuel Azaña, al que ya me he referido en otras ocasiones. No quiero fijarme ahora en su faceta política sino en cómo ve a sus compatriotas, tratando de mostrarnos nuestra idiosincrasia. No es mi pretensión en si su concepción de alrededor de unos 80 años es diferente a la actual. Esta cuestión la dejo para que cada cual la haga, si tiene la paciencia de leer estas líneas.

Pocos personajes como Azaña han reflexionado tanto sobre la esencia de los españoles, y nos han conocido tan bien. Podría remitirme a muchas de sus obras. Mas en esta ocasión me fijaré en su obra La Velada de Benicarló. Diálogo de la Guerra de España, escrita hace 78 años. Según el mismo autor, fue escrita “dos semanas antes de la insurrección anarquista de mayo de 1937 en Barcelona contra la República y la Generalitat”. En plena guerra civil y en medio de este dramático enfrentamiento dentro del bando republicano”. Es un momento que en España corría mucha sangre y había mucha violencia, en el que él esta desilusionado por el fracaso del sistema republicano, en el que había depositado tantas ilusiones. Ahora se siente un político amortizado. El nombre de Benicarló, se explica por ser el lugar donde se reunió en repetidas ocasiones con Largo Caballero, al estar a medio camino su residencia de Barcelona desde septiembre de 1936 y la del Gobierno de la República en Valencia desde noviembre de 1936.

Es una obra en forma de diálogo, por lo que permite su representación teatral. Participan 11 personajes y aunque Azaña nos advierta en el prólogo: “Sería trabajo inútil querer desenmascarar los interlocutores tratando de encontrar personajes concretos”, algunos están identificados. El doctor Lluch, de la Facultad de Medicina de Barcelona es Negrín, Claudio Marón el abogado sería Ossorio y Gallardo. Pastrana, prohombre socialista es Indalecio Prieto. Barcala es Largo Caballero. Azaña estaría representado doblemente en Elíseo Morales, como escritor y en Garcés, como ex ministro. El resto son: Miguel Rivera, diputado a Cortes. Blanchart, comandante de infantería. Laredo, aviador. Paquita Vargas, del teatro. Un capitán. Ni que decir tiene que un diálogo a pecho descubierto entre los personajes mencionados tiene un valor incalculable. Los personajes que participan en el diálogo representan corrientes de opinión mayoritarias en la España republicana, y no participan los anarquistas por su negación del Estado en sí (objetivación de la razón política de Azaña), y catalanistas y nacionalistas vascos por au ataque al Estado español.; lo que tiene cierta lógica, si tenemos en cuenta su concepción racionalista del Estado. Todos los demás prototipos, el republicano, el intelectual, el socialista moderado, el socialista radical, el comunista, el militar republicano, y a pesar de sus diferencias, participan ya que todos ellos tienen el mismo ideal: la defensa del Estado republicano.

El tema fundamental de esta obra es la guerra fratricida, tratando de indagar las razones de semejante hecatombe, como también sacar consecuencias para el día después, ya que en la nota preliminar sus últimas palabras se refieren al consuelo y a la esperanza. En este libro devastador Azaña vertió los sentimientos de tristeza, angustia, abatimiento y pesimismo con que reaccionó ante el golpe militar del 18 de julio de 1936. Es un acto de desesperación, porque su alma está destrozada al contemplar cómo los españoles se están matando sin piedad, lo que supone el fracaso de su proyecto político. Por ello hace decir a Lluch: ¡Utilidad de la matanza! Parecen ustedes secuaces del Dios hebraico que, para su gloria espachurra a los hombres como el pisador espachurra las uvas, y la sangre le salpica los muslos. Vista la prisa que se dan a matar, busco el punto que podrá cesar la matanza, lograda la utilidad o la gloria que se espera de ella. No la encuentro… En cuanto a los culpables del desencadenamiento de la tragedia lo expresa Blanchart: En nuestro país, violento, intolerante, sin disciplina, los generales menores de sesenta años son un peligro nacional.

En todo momento el texto mantiene un tono pedagógico y justificativo: cómo y por qué se matan entre sí los españoles, como si fueran herederos de una tradición histórica, por ello las generaciones futuras deben conocerlo. Dice Garcés: ¿Qué aberración fascinante arrastra a los promotores de este crimen contra la nación y a quienes la secundan? Una porción de españoles ha pedido y admitido la entrada de los ejércitos extranjeros. De otra manera, no habría invasión. Con tal de reventar a los demás compatriotas, entregan la Península a un conquistador. Fuera de España, el caso no tiene semejanza en la historia contemporánea...

De nuevo Garcés: Otros pueblos ambiciosos o semibárbaros dirigen su furor contra el extranjero. España es el único que se clava su propio aguijón. Quizá el enemigo de un español es siempre otro español. Por ello tiene pleno sentido la pregunta que se hace Morales: ¿Qué se han hecho los españoles unos a otros para odiarse tanto?

Garcés nos define: Percibir exactamente lo que ocurre en torno nuestro, es virtud personal rara. Las muchedumbres no la conocen. En nuestro clima de visionarios, aquella virtud personal deja de parecerlo y se convierte tal vez en un estorbo, cuando no es un defecto injurioso. Mi comprobada ineptitud política se engendra de atenerme con rigor a la demostrable. Un cartelón truculento es más poderoso que el raciocinio… La moderación, la cordura, la prudencia de que yo hablo, estrictamente razonables, se fundan en el conocimiento de la realidad, es decir, en la exactitud. Estoy persuadido de que el caletre español es incompatible con la exactitud: mis observaciones de esta temporada lo comprueban. Nos conducimos como gente sin razón, sin caletre. ¿Es preferible conducirse como toros bravos y arrojarse a ojos cerrados sobre el engaño? Si el toro tuviese uso de razón no habría corridas.

Acabo con una cita más larga de Morales, que a todos los españoles nos debería servir de motivo para una profunda reflexión: Ustedes decían que el enemigo de un español es otro español. Cierto. ¿Por qué? Porque normalmente es de otro español de quien recibimos la insoportable pesadumbre de tolerarlo, de transigir, de respetar sus pensamientos…El blanco de su impaciencia, de su cólera y enemistad es otro español. Otro español quien le hace tascar el freno, contra quien busca el desquite. ¿El desquite de qué ofensa? La ofensa de pensar contrariamente. El español es extremoso en sus juicios. Está enseñado a discurrir partiendo de premisas inconciliables. Pedro es alto o bajo; la pared es blanca o negra; Juan es criminal o santo…Los segundos términos, los perfiles indecisos, la gradación de matices no son de nuestra moral, de nuestra política, de nuestra estética. Cara o cruz, muerte o vida, resalto brusco, granito emergente de la arena…

Estos fragmentos mostrados, una pequeña muestra aunque enjundiosa, nos pueden servir como un atractivo aperitivo para inducirnos a todos los españoles a conocer esta extraordinaria obra, una de las más importantes del pensamiento político español, el mejor documento quizá sobre la República y también un inapreciable testimonio sobre nuestra guerra civil. Por ello, debería ser lectura obligatoria entre los estudiantes de secundaria. La Velada de Benicarló cumple así dos importantes objetivos: por un lado, su valor es inmenso para que las generaciones actuales comprendan mejor la guerra y la República, y, por otro, refleja de modo meridiano la real dimensión de Manuel Azaña; el hombre de razón, el liberal insobornable que ni en los momentos más duros de su vida perdió su amor a España y a la libertad. Y por supuesto un tercer objetivo, para conocernos a nosotros mismos.

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