jueves, 15 de junio de 2017

La vergüenza y el peponismo populista


Cree el pepón que todos son de su condición, que quien gana tiene todos los votos (de los potos no dice nada), e infatuado con esa parca autoridad, que cree total y aun papal, por arrastrar también dos pes, se lleva con la vergüenza como el agua con el aceite: sin maridar. Para describir a alguien como Rajoy, con una conciencia tan limpia de esa oleaginosa sin hilillos como su disco duro, que es un disco black, hay que crear un nuevo lenguaje y hablar de refachatez o jetadura.  

Este vendedor de morro fresco, el licenciado Rajoy, registrador de cartones (ni siquiera del bingo de la Merkel, no-da-pa-más) es incluso más ficticio que los perródicos que lo cantan; y aunque por cultura este vago entre vagos tiene un libro de cabecera tan autorizado como Los tres cerditos, para construir la casa de España asume la energía (no renovable, claro) de los vejetes que esperan que les roben la pensión y se espantan más de una coleta que de 65 casos de malversación de fondos públicos, el hombre.


En Francia preparan un Projet de loi de moralisation de la vie publique ("Proyecto de ley de moralización de la vida pública"), aquí de Rajoy solo podemos esperar... nada... o menos que nada, una ley de enmerdamiento supletorio que proteja aún más a sus ratos y rateros, por ejemplo, su última ocurrencia antidemocrática: limitar o suprimir la acusaciòn popular. En Francia tienen a un Enmanuel Macron del que se podrá decir lo que se quiera, pero con ideas en la cabeza y energía para emprenderlas. ¿Qué, en España? Al anciano Marianito Rajoy. ¡Paga más corruptela, y vámonos! Un tipo así ni siquiera es habitual en los países de nuestro entorno, gobernados todos por presidentes en vez de por militares con mérito de bragueta, salvo en países avanzados como Marruecos. Más nos hubiera valido ingresar en el Magreb: ahí al menos pintaríamos algo con su populismo más de moro que moral: Rajoy ha girado tanto la cabeza para mirar a otro lado que ya parece la niña del exorcista.


En fin, uno se reiría de Marianostijeras si fuera Rahoy, pero es Rayer, está más pasado y liado que los calcetines de Poncio Pilatos y no tiene gracia: es un disco rayado, ni siquiera cedé; ojalá hubiera venido de la Ucedé, como lo menos reprensible de su facción. Que la fuerza le acompañe, como a Alibabárcenas. Que este perdonador fiscal, este caballero mangante esquilador de tres millones de la clase media que ya son clase baja, este socorrista de estresados bancos que se ahogan, este urdidor de mentiras sobre rescates de capitalistas mentirosos, este encogedor de la educación, de la justicia, de la democracia, de la cultura y de la ciencia, este padrino (hasta el momento: el futuro es muy largo) de cuatro asociaciones criminales (Madrid, Valencia, Baleares, Murcia), cuyo "partido político" ha dejado al GIL en ejemplo señero de honradez (¡y ni siquiera lo intervienen!), este vejete modelo y espejo de todos los vejetes pensionistas que no han querido saber cuánto va a quedarles del saqueo, se jubile bien en algún banco, presumiblemente no del parque del Retiro, y nos deje en paz.


Pues, la verdad, es preferible un demócrata puro y honesto como Trump.

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