jueves, 22 de abril de 2010

Una pieza teatral sobre educación

Por Liz Perales, en el suplemento El Cultural de El Mundo

José María Pou capitanea el vasto elenco de Los chicos de Historia, obra de Alan Bennet que llega a Madrid, a los Teatros del Canal el 22 de abril, y que él también ha dirigido. Se trata de una obra que aborda un modelo de enseñanza quizá ya perdido y del placer de disfrutar con la cultura.


Pou (Mollet del Vallés, Barcelona, 1944) es el actor mas “british”de nuestra escena. Sus maneras, sus gustos, sus influencias, sus lecturas, su forma de entender el oficio de actor (“como misión cuasi religiosa”)... llevan la impronta de la cultura anglosajona. Es metódico al hablar, pero de verbo torrencial, erudito pero discreto cuando de expresar sus convicciones se trata. Cuando no trabaja, se refugia en la metrópoli británica. Confiesa que sus intérpretes preferidos son Ian McKellen y, sobre todo, Michael Gambon, “el mejor del momento”.

Y también en inglés escriben los autores de sus últimas obras: La cabra, de Edward Albee; Su seguro servidor, Orson Welles, de Richard France, que gira por España en estos momentos, y Los chicos de Historia, de Alan Bennet, que llega a Madrid tras representarse durante seis meses en Barcelona y haber visitado numerosas plazas durante el último año. Bennet es el auténtico representante del teatro inglés actual; en el estilo y la temática de sus obras se reconoce el carácter de los británicos. Lleva 60 años en la brecha y, sin embargo, en España nunca se ha representado. Sí tuvo mucho éxito aquí una novela suya, Una lectura poco común”, explica.

Una obra para un teatro
Pou inauguró con Los chicos de Historia el teatro Goya de Barcelona, propiedad de la empresa Focus que le nombró director en 2008. No fue casual la elección, nada en Pou es fruto de la improvisación. Entonces consideró que la obra de Bennet sería adecuada para un espacio que quiere convertir en el templo barcelonés de la alta comedia. “Lo que más me llamó la atención del texto fue su extraordinaria carpintería teatral, un mecanismo de relojería, pues tiene una estructura que difícilmente practican ya los autores de hoy y con unos diálogos brillantes. Y luego me interesó mucho la temática, aborda la educación de los jóvenes, qué hacemos con ellos, si son válidos los métodos educativos que empleamos... un tema universal, que interesa en todas partes”.

La obra, que ha tenido su remedo fílmico, transcurre en un instituto del norte de Inglaterra. De allí han salido ocho brillantes alumnos con excelentes calificaciones, lo que les va a permitir estudiar en las mejores universidades inglesas, Cambridge y Oxford. Pero deben preparar un duro examen de ingreso y deciden que un tutor les ayude. Éste es Héctor, papel de Pou, “un profesor ácrata, anárquico, extravagante, pero que consigue seducir a los alumnos con la enseñanza humanista que ofrece”. El conflicto está servido cuando se desvela que los métodos de Héctor no convencen al director del colegio (Josep Minguell), quien busca resultados inmediatos y opta por llamar a otro maestro, Irwin (Jordi Andújar), recién licenciado en Oxford y cuyos métodos son más competitivos.

“La obra gira en torno a la disputa entre estos dos profesores, que defienden sendas concepciones diferentes de enseñanza y de la idea del maestro: la tradicional o humanista, y la moderna que busca, básicamente, colocar a los estudiantes en la sociedad”. Y añade: “La educación es un tema que preocupa siempre, la prueba es que cada vez que cambia el gobierno en nuestro país, se cambian las leyes educativas. No creo que estos cambios estén motivados tanto por convicciones ideológicas como para dar respuesta a problemas de una sociedad mercantilista que exige resolverlos con urgencia”.

El placer de la cultura
Sin embargo, y aunque el debate está asegurado, la idea que defiende el autor es, en realidad, “la celebración del placer de ser culto, de ser educado en el sentido de haber sido bien enseñado, de que no se pierdan las buenas maneras, de disfrutar con la cultura”, apunta el actor.
En Los chicos de Historia Pou no sólo actúa, también firma la dirección del espectáculo. Cuenta que los ocho jóvenes del elenco fueron seleccionados después de un casting por el que pasaron más de 60 actores, lo que le permitió evaluar a las nuevas generaciones: “Están muy preparados. Todos han pasado por escuelas, han hecho cursos, han viajado al extranjero. Hay una gran diferencia con la etapa que me tocó vivir” (años 60, en Madrid, con maestros como Manuel Dicenta; luego en los 70, en la compañía de José Luis Alonso). Y añade que facilitar el despegue de estos ocho actores era una idea que le seducía: “Me gustaba el paralelismo de inaugurar el Goya al tiempo que ocho actores empezaban su carrera profesional”.

El actor quiso estrenar la obra en catalán, quería dirigirse a la afición barcelonesa con un texto que no es de fácil digestión. Estuvo durante seis meses en cartel. Un éxito, según dice : “Yo estoy en contra de estrenar un espectáculo y mantenerlo en cartel tres semanas nada más. El Teatro Goya tiene una programación abierta, porque estrenamos una función y la mantenemos hasta que el público lo decide. En realidad no imaginamos el éxito que iba a tener Los chicos..., por lo que comenzamos a contratar una gira que nos ha llevado por toda España durante 2009 y que termina en Madrid, lo que me gusta mucho”.

Mientras Pou representaba en Barcelona Los chicos de Historia comenzó a dirigir La vida por delante, el espectáculo que sustituiría al primero y que estrenó en abril de 2009. Protagonizado por Concha Velasco, llegará a Madrid, a La Latina, la próxima temporada. Pou quiso que en esta ocasión fuera una obra en castellano y con una actriz de tirón popular que atrajera a mucho público al teatro, tanto a los catalanohablantes como a los castellanos. “Cuando actué en Madrid con La cabra, Concha vino varias veces y siempre insistía en que quería hacer algo conmigo. Pensé en este texto, y se lo propuse, pero la única condición que ella puso es que yo dirigiera la función”.

Concha saborea las mieles del éxito con la obra, premio Goncourt de Emile Ajar, y en la que da vida a la dueña de una pensión, superviviente de Auschwitz, que acoge en su casa a hijos de prostitutas, su oficio de joven. La obra está haciendo una larga gira por España, algo poco usual en estos tiempos. “Concha pertenece a una rara estirpe de intérpretes, la de los actores con vocación que quieren que el teatro llegue a todas partes. Por eso se está pateando todos los escenarios de España”, comenta Pou.

Una raza a la que también él pertenece, pues compatibiliza las representaciones de Los chicos de Historia con Su seguro servidor, Orson Welles, el monólogo que estrenó el verano pasado y que también está previsto que llegue a Madrid. Una pieza en la que resulta sorprendente su identificación con el famoso director de cine. Por si fuera poco, ahora anda por tierras turcas, en Ankara, donde ensaya con el Teatro Nacional La gran sultana, de Cervantes.

¿No sufre Pou la esquizofrenia de cambiarse de máscara casi simultáneamente?, como intentó mostrar en Máscaras, filme de Elisabet Cabeza y Esteve Riambau.“Soy muy activo, no por ambición o por ser más rico. Me gusta mi oficio y tengo mucha capacidad de trabajo. Y soy de los que piensan que las obras deben durar lo que el público dicte. Yo no me despido y no me gusta que me sustituyan”.

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