Paul Krugman, "El vudú nunca muere. Las políticas económicas republicanas tienen como objetivo que los ricos sean más ricos", en El País, 3-X-2015:
Donald Trump ha dado a conocer por fin su programa fiscal. Resulta que se prodigará en rebajar los impuestos a los ricos sin, con ello, disparar el déficit.
Esto contrasta con el programa de Jeb Bush, que se prodigará en rebajar los impuestos a los ricos sin, con ello, disparar el déficit, y con el plan de Marco Rubio, que también se prodigará en rebajar los impuestos a los ricos sin, con ello, disparar el déficit.
Por si sirve de algo, parece que el programa de Trump produciría un agujero en el presupuesto aún mayor que el de Jeb. Jeb justifica su plan afirmando que multiplicaría por dos la tasa de crecimiento de Estados Unidos; por su parte, Trump trumpetea (ejem) que él multiplicaría por tres la tasa de crecimiento. Pero, de verdad, ¿para qué entrar en detalles? Todo es vudú. La pregunta interesante es por qué todos los candidatos republicanos sienten el impulso de tirar por este camino.
Se podría pensar que hay argumentos económicos que justifican la obsesión por rebajar impuestos a los ricos. Es decir, uno podría pensar eso si se hubiese pasado los 20 últimos años en una cueva (o en una fundación republicana). En caso contrario, uno sería consciente de que los entusiastas de las rebajas tributarias tienen una curiosa trayectoria: se han equivocado en todo, año tras año.
Algunos lectores recordarán las previsiones de catástrofe económica, allá por 1993, cuando Bill Clinton subió el tipo máximo del impuesto sobre la renta. Lo que se produjo, de hecho, fue un auge económico prolongado, que superó al de la época de Reagan en todos los aspectos.
Inasequibles al desaliento, esas mismas personas predijeron grandes acontecimientos como consecuencia de las rebajas fiscales de George W. Bush. En cambio, lo que hubo fue una lenta recuperación, seguida de una crisis económica catastrófica.
Más recientemente, los sospechosos habituales volvieron a pronosticar cosas terribles para 2013, cuando los impuestos que paga el 1% de la población con más dinero subieron drásticamente por el vencimiento de algunas de las rebajas fiscales de Bush y por los nuevos impuestos que sirven para pagar la reforma sanitaria. Lo que tuvo lugar, de hecho, fue un crecimiento del empleo a un ritmo que no se había conocido desde la década de 1990.
Luego están las pruebas procedentes de los distintos Estados. Kansas rebajó drásticamente los impuestos, en lo que su gobernador de derechas describió como un "experimento real" de política económica; el crecimiento del estado se ha ido rezagando desde entonces. California tomó el rumbo opuesto, y subió los impuestos; últimamente, ha sido la primera del país en crecimiento del empleo.
Es cierto que existen autoproclamados expertos económicos que afirman haber encontrado pruebas generalizadas de que los tipos impositivos bajos fomentan el crecimiento económico, pero dichos expertos siempre resultan estar a sueldo de los grupos de presión de derechas (y tienen la curiosa costumbre de hacer mal las cuentas). En los estudios independientes acerca de la correlación existente entre los tipos impositivos y el crecimiento económico, por ejemplo los del Servicio de Investigación del Congreso, nunca se ha hallado la más mínima relación. No hay argumentos económicos serios que justifiquen la obsesión por las rebajas tributarias.
Aun así, bajar los impuestos sigue siendo una medida política popular, ¿verdad? Pues no, al menos en lo que respecta a las rebajas de impuestos para los ricos. Según Gallup, solo el 13% de los estadounidenses cree que los individuos con rentas más altas pagan demasiados impuestos, mientras que el 61% cree que pagan demasiado poco. Incluso entre los que se consideran republicanos, el número de los que afirman que los ricos deberían pagar más supera, en una proporción de dos a uno, al de quienes dicen que deberían pagar menos.
De modo que todos los candidatos republicanos a la presidencia se adhieren a una política que, además de haberse probado que es económicamente negativa, es profundamente impopular. ¿Qué está pasando?
Bueno, piensen en la trayectoria de Marco Rubio, que ahora mismo podría ser el candidato republicano con más posibilidades. El año pasado, apoyó un plan de reducción de la presión fiscal ideado por el senador Mike Lee que supuestamente estaba pensado para los pobres y la clase media. En realidad, sus ventajas recaían considerablemente en las rentas más altas; pero, aun así, recibió duras críticas de la derecha por dar demasiado a las familias de a pie, mientras que no reducía lo bastante los impuestos que pagaban los más ricos.
De modo que Rubio volvió con un plan que eliminaba los impuestos sobre los dividendos, las plusvalías y la riqueza heredada, lo que proporcionaba unos enormes ingresos inesperados a los muy ricos. Y, de repente, se empezó a convertir en la comidilla de los donantes republicanos. El nuevo plan sumaría billones de dólares al déficit, por el que los conservadores afirman preocuparse, pero qué más da.
En otras palabras, es sencillo y bastante evidente: los republicanos apoyan las grandes rebajas fiscales para los ricos porque eso es lo que quieren los donantes ricos. No cabe duda de que la mayoría de estos donantes ha logrado convencerse a sí misma de que lo que es bueno para ellos es bueno para Estados Unidos. Pero, en el fondo, se trata de gente rica que apoya a políticos que les harán más ricos. Todo lo demás es pura racionalización.
Por supuesto, una vez que los republicanos elijan a su candidato, un ejército de mercenarios se movilizará para ocultar esta cruda realidad. Oiremos afirmaciones de que, en realidad, se trata de una rebaja fiscal dirigida a la clase media, que será muy beneficiosa para el crecimiento económico, y fíjense, ¡mensajes de correo electrónico! Y dadas las convenciones del periodismo de declaraciones, esta campaña de confusión podría funcionar.
Pero nunca olviden que, en realidad, se trata de una guerra de clases de arriba abajo. Puede parecer simplista, pero así es como funciona el mundo.
Paul Krugman es Premio Nobel de Economía de 2008.
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