Pío Baroja acumuló en su caserío de Itzea una impresionante biblioteca especializada en brujería y artes oscuras de la que su sobrino, el antropólogo Julio Caro Baroja, se sirvió muy bien para componer estudios como Las brujas y su mundo. Y cualquier entomólogo aficionado a las múltiples figuras que adopta un mismo y abstracto mal podrá descubrir en su página 314 una irónica comparación entre las brujas de antaño y los políticos de hoy:
Al uno como a la otra se le atribuyen facultades muy superiores a las que en realidad tienen, son igualmente buscados en un momento de ilusión, defraudan de modo paralelo y, en última instancia, los males de la sociedad se les atribuyen en bloque; también los políticos se dice que forman sectas con consignas secretas e infames, sin más misión que la de propagar el mal, con sus juntas misteriosas y hasta sus banquetes. Cuando son derrotados sufren procesos sensacionales, en que magistrados austeros y testigos inocentes ponen de manifiesto todas sus culpas.
Al uno como a la otra se le atribuyen facultades muy superiores a las que en realidad tienen, son igualmente buscados en un momento de ilusión, defraudan de modo paralelo y, en última instancia, los males de la sociedad se les atribuyen en bloque; también los políticos se dice que forman sectas con consignas secretas e infames, sin más misión que la de propagar el mal, con sus juntas misteriosas y hasta sus banquetes. Cuando son derrotados sufren procesos sensacionales, en que magistrados austeros y testigos inocentes ponen de manifiesto todas sus culpas.
Es la manifestación de una impotencia. Ya nadie podrá afirmar que los políticos sirvan para algo, pues realmente sus limitaciones son solo un poco menores que las nuestras, sobre todo desde que estamos volviendo a las formas previas del capitalismo, a un capitalismo deshumanizado y salvaje. Como no poseemos el poder de gobernar nuestro propio destino, pensamos que otros más poderosos que nosotros sí lo podrían hacer... pero ese poder ha ido a refugiarse no precisamente a las manos de seres humanos, sino a las manos de meros principios económicos de explotación. La historia del hombre es la de la sustitución de la religión por la política y la de esta por la economía. Ya es imposible siquiera para los poderes más eficaces de todos, los globalizadores, porque son poderes económicos, no políticos: bancos y empresas transnacionales que últimamente han derrocado / derrotado a todo poder político con una serie de acuerdos infames que atan de pies y manos nuestro futuro, encaminándolo mecánicamente hacia una nueva revolución industrial, la robótica, que destruirá cinco veces más empleos de los que pueda crear, desastre que, no por menos previsto, deja más de asustar, sobre todo en un país que es ya el quinto productor mundial de automóviles. La política fue algo en el pasado, pero ya es una ilusión: mejor salvar a un banco que a un hospital o a un colegio. Los recortes, para los hospitales o los colegios.
Esta fuerza que nos gobierna, la globalización deshumanizante e inconsciente, está definida por José Luis Sampedro, en su libro El mercado y la globalización (2002) en estos términos:
Esta fuerza que nos gobierna, la globalización deshumanizante e inconsciente, está definida por José Luis Sampedro, en su libro El mercado y la globalización (2002) en estos términos:
Constelación de centros con fuerte poder económico y fines
lucrativos, unidos por intereses paralelos, cuyas decisiones dominan los
mercados mundiales, especialmente los financieros, usando la más
avanzada tecnología y aprovechando la ausencia o debilidad de medidas
reguladoras y de controles públicos.
Y así es: no existe una única diana a que apuntar para destruir este mal. Desde Reagan la desregulación ha conducido al capitalismo a su etapa previa, cuando estremecía peródicamente el mundo con cíclicas crisis y batacazos del mercado. La última, que aún padecemos, la ya bautizada Gran Recesión de 2008, será sucedida por otras y cada vez más graves, porque las instituciones supranacionales están usurpando el poder de control que siempre ha poseído el fragmentarismo. Ahora mismo ya se anuncia otra causada por el extremo endeudamiento de las empresas petroleras: contrajeron tantos préstamos pensando que el precio del petróleo subiría, que ahora no pueden devolverlos y la burbuja empieza a estallar. La desregulación ha sido el peor desastre que nos podía haber acometido: pan para hoy y hambre para mañana. Es una forma de primitivismo económico que se llama neoliberalismo y que no tiene nada de nuevo: el filósofo Paul Edward Abbey ya decía que "nuestros neoconservadores no son ni nuevos ni conservadores, sino viejos como Babilonia y malos como el infierno". Tiene raíces poderosas y, al cabo del tiempo, malos y envenenados frutos, desde que lo empezaron a aplicar Margaret Thatcher y Ronald Reagan.
Los estados nacionales, suprimidos por instituciones de democracia más pobre e indirecta y por tanto más "controlables" por los poderes globales, como el consejillo llamado mitológicamente "Europa", el FMI (con una larga trayectoria de criminales dirigentes, entre ellos un tal Rato) y una serie de clubs semejantes como el "Grupo de los ocho" (pongan el número que quieran), son víctimas de un mal sistémico (holístico, si prefieren: son voces que el diccionario se resiste a incluir) que se ha cargado los contrapesos reguladores que hasta entonces impedían la rebaja del abundante ciudadano medio al aún más abundante proletario. La "sociedad abierta" de Popper se ha transformado en un bunker selectivo y cerrado. Y un "propietariado" mínimo e insaciable se está haciendo, se ha hecho ya con una riqueza que hasta entonces, merced a las conquistas del capitalismo regularizado o intervencionista preconizado por el New Deal de Keynes y Roosevelt, se había distribuido entre la población. No me invento nada: está en los números del economista Thomas Piketty... En consecuencia, los estados, sin capital ni banca "pública" para poder contrarrestar esas fuerzas, ya no controla, regula o arbitra nada, ni puede, gracias precisamente a las instituciones globalizadoras y a la ausencia de un control "humano" que dificulte el saqueo de los brujos del capitalismo antipúblico, predatorio y canallesco.
La modernidad, pues, impone desconfiar de las instituciones generalistas; dejar de ser europeo (o más específicamente proeurista) porque Europa dejó ya de ser una utopía social y carece, al menos ahora, de política encaminada a la gente y de verdaderos objetivos comunes: no hay otros objetivos que los no comunes: hacer a unos pocos ricos aún más ricos con la parte de riqueza que ahora pueden sustraer a la clase media y la baja, endeudándolos y vaciando sus cajas de pensiones, y endeudando a los estados que hipotéticamente podían protegerlos de fondos buitres e instituciones predatorias presuntamente de interés humano. Porque eso que los mueve: intereses, no políticas. Podrá fingir o prometer otra cosa, pero por sus frutos y por los hechos los conoceréis. La presunta "política" de Mariano Rajoy es solamente eso: una "economía" que recorta en "intereses" humanos como la educación, la salud o la investigación de cosas que nos benefician a todos, que son "beneficio" público y total, como la investigación sobre el cáncer. Por no tener, no tienen ni siquiera lo más elemental que puede tenerse de humanidad, la vergüenza... porque el orgullo nunca fue ni debió ser algo humano.
Siempre queda en el fondo de la caja de Pandora la esperanza. Por fortuna, estados como Islandia nos muestran que es posible y factible acabar con las crisis sin someterse a esos principios injustos de inmoral distribución de la riqueza. En Islandia (los medios prefieren fijarse en Grecia; ¿por qué será...?) se emprendió una cruel caza de brujos: se persiguió a los más codiciosos, a los más traidores a sus conciudadanos, a los más corruptos... y se los envió a la cárcel. Se renegoció la deuda y ahora es un país boyante y tan democrático y wikiconstitucional como era. Para este país, gobernado por los principios de Ikea y la ley de Jante, lo importante eran sus ciudadanos, no sus ladrones. ¿En España es posible algo parecido? Con estas leyes, con estos jueces, con estos políticos y con estos principios morales o más bien amorales, desde luego que no. Porque, si queremos tener una democracia sana, lo primero que hay que procurar es una idea clara de lo que es público y lo que es antipúblico.
Los estados nacionales, suprimidos por instituciones de democracia más pobre e indirecta y por tanto más "controlables" por los poderes globales, como el consejillo llamado mitológicamente "Europa", el FMI (con una larga trayectoria de criminales dirigentes, entre ellos un tal Rato) y una serie de clubs semejantes como el "Grupo de los ocho" (pongan el número que quieran), son víctimas de un mal sistémico (holístico, si prefieren: son voces que el diccionario se resiste a incluir) que se ha cargado los contrapesos reguladores que hasta entonces impedían la rebaja del abundante ciudadano medio al aún más abundante proletario. La "sociedad abierta" de Popper se ha transformado en un bunker selectivo y cerrado. Y un "propietariado" mínimo e insaciable se está haciendo, se ha hecho ya con una riqueza que hasta entonces, merced a las conquistas del capitalismo regularizado o intervencionista preconizado por el New Deal de Keynes y Roosevelt, se había distribuido entre la población. No me invento nada: está en los números del economista Thomas Piketty... En consecuencia, los estados, sin capital ni banca "pública" para poder contrarrestar esas fuerzas, ya no controla, regula o arbitra nada, ni puede, gracias precisamente a las instituciones globalizadoras y a la ausencia de un control "humano" que dificulte el saqueo de los brujos del capitalismo antipúblico, predatorio y canallesco.
La modernidad, pues, impone desconfiar de las instituciones generalistas; dejar de ser europeo (o más específicamente proeurista) porque Europa dejó ya de ser una utopía social y carece, al menos ahora, de política encaminada a la gente y de verdaderos objetivos comunes: no hay otros objetivos que los no comunes: hacer a unos pocos ricos aún más ricos con la parte de riqueza que ahora pueden sustraer a la clase media y la baja, endeudándolos y vaciando sus cajas de pensiones, y endeudando a los estados que hipotéticamente podían protegerlos de fondos buitres e instituciones predatorias presuntamente de interés humano. Porque eso que los mueve: intereses, no políticas. Podrá fingir o prometer otra cosa, pero por sus frutos y por los hechos los conoceréis. La presunta "política" de Mariano Rajoy es solamente eso: una "economía" que recorta en "intereses" humanos como la educación, la salud o la investigación de cosas que nos benefician a todos, que son "beneficio" público y total, como la investigación sobre el cáncer. Por no tener, no tienen ni siquiera lo más elemental que puede tenerse de humanidad, la vergüenza... porque el orgullo nunca fue ni debió ser algo humano.
Siempre queda en el fondo de la caja de Pandora la esperanza. Por fortuna, estados como Islandia nos muestran que es posible y factible acabar con las crisis sin someterse a esos principios injustos de inmoral distribución de la riqueza. En Islandia (los medios prefieren fijarse en Grecia; ¿por qué será...?) se emprendió una cruel caza de brujos: se persiguió a los más codiciosos, a los más traidores a sus conciudadanos, a los más corruptos... y se los envió a la cárcel. Se renegoció la deuda y ahora es un país boyante y tan democrático y wikiconstitucional como era. Para este país, gobernado por los principios de Ikea y la ley de Jante, lo importante eran sus ciudadanos, no sus ladrones. ¿En España es posible algo parecido? Con estas leyes, con estos jueces, con estos políticos y con estos principios morales o más bien amorales, desde luego que no. Porque, si queremos tener una democracia sana, lo primero que hay que procurar es una idea clara de lo que es público y lo que es antipúblico.
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