Perra «Diesel»
De la misma forma que una degollación ritual ante las cámaras tiene una fuerza simbólica superior a cualquier bombardeo, también el suicida con un chaleco de dinamita desafía al misil más inteligente. Los componentes químicos de esa bomba humana son el fanatismo religioso, el odio, la desesperación y la venganza. A lo largo de la historia el armamento se ha desarrollado mediante una dialéctica perversa. La flecha engendró el escudo, la lanza engendró la coraza, la muralla engendró la catapulta, el arcabuz sustituyó a la espada, la ametralladora engendró a la trinchera y la trinchera engendró al mortero, el carro de combate parió al bazuka, el submarino parió al torpedo, los misiles cada vez más mortíferos exigieron el refugio antiaéreo y así hasta llegar a la bomba de hidrógeno, que ha sido neutralizada por el equilibrio del terror. Cada arma tenía hasta ahora su réplica, pero al final de la escalada bélica se ha presentado en escena el terrorista suicida convertido en una bomba humana de fabricación casera, contra la cual no hay defensa, salvo el olfato de los perros policías. En esta guerra contra el terrorismo yihadista los héroes son esos perros entrenados para detectar explosivos, como esa pastora belga, de nombre Diesel, que ha muerto en combate durante el asalto a la guarida de los terroristas en Saint-Denis y que solo por eso merecería ser enterrada con honores militares. El odio es el arma de destrucción masiva de más largo alcance, viene del neolítico, pero muchas veces el odio se confunde con el miedo y juntos constituyen el germen del fascismo. Esa semilla se halla ya en el corazón de esta vieja Europa de los derechos humanos. El odio y el miedo forman también un chaleco explosivo que podría ser detectado por la perra Diesel en un número creciente de ciudadanos que se pasean cargados de dinamita sin saberlo.
Manuel Vicent, El País, 22/11/2015
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