El submundo carcelario venezolano, y el de su mafia o tren de Aragua, tiene sus propias reglas y, por tanto, un lenguaje particular. Se necesita conocerlo para entender algunos de sus valores y comportamientos. Copio un diccionario de su habla carcelaria y un texto con ella que sirve para ilustrarla:
I
Diccionario de la PRAN Academia española, por Tamoa Calzadilla, 19/08/2014:
A
– Achicharrao: es un preso que no recibe visita, que no le importa a nadie.
– Alta: máximo gobierno, los luceros del alto gobierno son pranes de otras secciones
B
– Base: atestiguar y argumentar contra alguien que está en “tela de juicio”.
– Batanero: el que roba dentro de la cárcel. El castigo es apuñalarle las manos varias veces. Las marcas, mal cicatrizadas por lo general, lo persiguen a donde es trasladado. Al verle las manos cualquier preso sabe que es un batanero.
– Beta: un sector que es gobernado por un carro.
– Boca cosida: cuando un preso acaba de ser traslado y se siente en desventaja o quiere protestar por esa otra condición, se cose los labios y declara huelga de hambre y “brazos caídos”. Nadie puede arremeter contra esa persona
– Bugui: es una carpa, cuarto especial, hecho de pura tela, que cuesta unos 5 mil bolívares.
C
– Caleta: escondite de armas y dinero en efectivo
– Carro: gobierno dentro de la cárcel, ajeno a guardias, custodios y director. Los cambios de carro son golpes de Estado, que se producen en reyertas con muertos y heridos. Un pran deja de serlo cuando es asesinado por otro que ocupa su lugar con otros luceros.
– Castigos: la idea es provocar sufrimiento: “puñaladas sobre puñaladas, tiros sobre tiros”. Abren heridas sin cicatrizar. Pueden aplicar el “reventarle las piernas”, que es dispararle en ambos miembros inferiores; “guindar”: cuelgan con una soga al cuello a alguien hasta que casi desfallece. Solo en ese momento lo sueltan.
– Centrales: se denominan así a los reclusos que llegan trasladados de cárceles cercanas a Caracas, como Yare o El Rodeo. Están en desventaja delante de los oriundos del sector a donde llegan, que serían los guaros, llaneros, orientales, y otros.
– Causa: con esta palabra denominan dos cosas clave. Una causa o varias “causas” son sus compañeros de delitos (cómplices de la fechoría que son procesados en un mismo expediente). Pero también es una causa lo que el preso paga periódicamente al pran y su “carro” por vivir en ciertas zonas y disfrutar de algunos “privilegios”; por ejemplo, los que venden chucherías y drogas deben pagar por eso. Una causa especial es lo que pagan adicional para una celebración del Día de la Madre o por colocar unos cajones para la discoteca.
– Cincuenta cincuenta (50-50): es un balazo en el centro del estómago; “si te mueres, te moriste y si vives, aprendes que tienes que pagar a tiempo”.
– Cochinos: en algunas cárceles hay corrales con inmensos cochinos a quienes se les lanzan pedazos humanos para desaparecer un cadáver. Al día siguiente, en el pase de número, presos dan la vuelta de la fila para volver a ser contados y que nadie note la falta. Al cabo de un mes, algún privado de libertad se le acerca a un guardia y les informa de una supuesta fuga la noche anterior, para justificar la falta.
– Chigüireo: humillación, vejación, incluso con las visitas.
– Chocones: los presos que no siguen rutina o “la manchan” a cada rato.
F
– Falsa: Es un cacho. Aquella mujer que va de visita y se une sentimentalmente a un recluso que ya tiene mujer. El castigo para ellas se produce una vez termina la visita. Afuera, las “punteras” pueden apuñalarlas, cortarles el cabello y desnudarlas.
G
– Garita: lugar desde donde los reclusos cuidan armados, por guardias periódicas, que nadie “se coma la luz” a ninguna hora del día y la noche. El que se duerme en una garita, se muere.
– Gandules: también denominados “brujas”, “escoria”, “basura”, se drogan todo el día. No respetan reglas.
L
– Lírica: un chisme que corre entre la población y puede traer problemas graves para sus protagonistas. “Se borró la lírica” es que se acabó el chisme después de una “tela de juicio”.
– Luceros: secundan al pran, conforman con él un sistema de gobierno que se llama carro.
– Luz: una regla. Comerse la luz es irrespetarla. Delito que puede costar la vida instantáneamente.
M
– Malandreo: El grupo de reclusos que no quieren trabajar. Sin embargo, las mujeres del grupo de “trabajadores” y del “malandreo” pueden ser amigas y unirse en algunas causas, fuera de la cárcel.
– Mancha: faltar a la rutina es un error que puede costar la vida. “Mancharla” es desobedecer las leyes carcelarias que imponen los presos.
– Melaza: Es la sangre. Uno de los códigos es que el recluso puede golpear a su mujer lo que quiera; pero si le saca melaza recibe castigo.
N
– Número: todos los días, las autoridades oficiales del penal pasan número y revisan que no falte un privado de libertad. Los custodios los hacen enumerarse y pasar frente a ellos para ser contados. El pran de cada letra decide si el preso puede bajar a contarse o debe sacar la mano por la ventana. Hay números que se pasan con nombre y apellido, cuando se sospecha de alguna fuga o muerte. En ese caso, se llama por número, nombre y apellido y cada recluso en su turno responde “¡Preso!” y levanta la mano (en lugar de decir “presente” dicen “preso”.
O
– Orden cerrado: imposición nueva en el sistema carcelario por parte del ministerio, les dan formación militar e ideológica, los obligan a cantar himnos a favor del gobierno, Chávez y la revolución. Repiten consignas, les dan principios, doctrina, cantan a favor del socialismo, marchan, dan vueltas con pasos redoblados.
P
– Pacificación: significa “pranificación” para los reos. Es una negociación en la que las autoridades del ministerio le dicen al pran de una cárcel: “¿qué quieres?” y él pide: mujeres, discoteca, piscina, sonido, lo que sea, a cambio de no matar a nadie ni alborotar a los periodistas con reyertas y muertos. Si él cumple, tiene sus beneficios y todo parece tranquilo.
– Pagar la cana: Las mujeres que financian la prisión de sus compañeros. Se encargan de llevar semanalmente el dinero para pagar por la comida y lo que sea necesario, a los líderes carcelarios.
– Paria: que no pelea, no tiene armas, “no habla duro” y la regla dice que nadie debe meterse con él. Quien lo hace, es asesinado por la población penal.
– Parquero: es la persona que guarda las armas y el dinero en la caleta.
– Pista: por donde se camina. “Se vacila su pista” es que puede caminar libremente. Gran privilegio.
– Pran: líder carcelario [lo que el kie o madre superiora en España o el don o capo en la mafia]. En algunos penales hay un pran principal y varios secundarios, por sectores que le rinden cuentas. También le llaman “Papa”.
– Población: todos los reos que están dentro de un penal.
– Puntera: Es líder de las familiares, la principal y cuida que se cumplan la reglas, para que aún afuera de las rejas nadie “se coma la luz”.
R
– Rutina: es la ley de la cárcel, impuesta por los mismos presos. Tiene que ver con el respeto a la visita, guardias para cuidarse entre ellos mismos, pagos y comportamiento en general. No está escrita.
– Sistema: es cuando se cumple solo lo que le provoca al pran, que no siempre se lleva por “la rutina”.
– Revolucionar: Trabajar, trajinar y conseguir dinero dentro de la prisión.
– Rutinaria: Las que no faltan a una visita, son conocidas porque siempre llevan comida, participan de la pernocta y hacen vigilias y protestan cuando es necesario.
T
– Tela de juicio: en medio de un círculo, todos de pie y frente al carro, se juzga a un preso por su actuación y se toma decisión con respecto al castigo que recibirá.
– Testigo: el que acusa y señala en el juicio. Su sinónimo es “pajúo”. Muy mal visto. Es de las peores palabras o acusaciones en un penal.
V
– Varones: cristianos evangélicos, con sus propias leyes. Caminan más libremente por los penales y suelen ayudar a trasladar presos de un lado a otro por alguna necesidad
– Visita: familiares y amigos que acuden a la cárcel en los horarios establecidos y en ocasiones pernoctan. Es ley que se respeten por encima de todo: en algunos penales no pueden mirarse a los ojos, no se piropean mujeres, no se presentan ante ellos sin camisa o descalzos.
W
– Warner: En algunas cárceles, cada lunes a las 11 de la mañana es el momento del cobro de causas y otras deudas. A eso le llaman “Lunes de Warner”. El que no tiene para pagar recibe un castigo: puñaladas y tiros en partes del cuerpo y en cantidades que decide el pran. Ahí se cobran las “causas”. “El juego del terror”.
Y
– Yensi: es el órgano sexual masculino.
II
"Amor tras las rejas: Conozca la historia de amor entre un pran y su mujer", en Runrun.es, por Luisana Solano, 20 - V- 2012:
Fuera de las cárceles, “la visita” también impone su ley. “Cuando las otras ven que eres guerrera, te ganas su confianza”, relata la novia de un recluso líder. “Las ‘punteras’ conforman el pranato de las mujeres” es el nombre de este trabajo que cuenta la historia de amor entre un pran y su mujer.
Tamoa Calzadilla.- La primera vez que se cerró la puerta de la celda a sus espaldas, Paula se tapó con las manos el rostro y lloró. Largo. Se tuvo que sentar. La recibió un “pran” con “una pistola inmensa”. Su hermano estaba preso en medio de un mamotreto de bloques, bajo normas, códigos y leyes que apenas ella alcanzó a oír mientras hacía la cola. No se trae comida así, no se viste así, no puedes hacer esto. No. no.
“Una vez adentro, a mi hermano lo esperaba alguien y de ese alguien me enamoré”. Cuatro meses después eran novios. Su hermano está libre, pero ella no tanto: se quedó prendada de Humberto y de su condena. Ya cumplieron dos años de amores. “Me convertí en una rutinaria“.
Quiere decir que no falta a una visita; participa en todas las actividades que organizan las familiares: “Si hay que amanecer allá amanezco. Siempre me quedo en la pernocta. Ya todos me conocen. Cuando las otras ven que eres rutinaria y guerrera, te ganas su confianza”.
Confianza es el carnet perfecto para poder estar tranquila, porque “así como hay pranes adentro, hay pranes afuera, entre las mujeres. Se llaman ‘punteras‘, son las principales, pues, las que mandan. Llevan tiempo y saben cómo es todo, observan mucho y a la salida de la visita imponen también sus leyes, sus normas de conducta. No te puedes comer la luz adentro porque pagas afuera”.
Paula explica que, por lo general, un preso es el marido de alguien. “Pero hay mujeres que entran ahí sólo a buscar hombres y esas son las ‘falsas‘, es decir, que no es la mujer de él, la que todos conocen. Cuando se pilla a una de esas, esperan a que salga y entonces la joden, le dan puñaladas, le cortan el pelo y la desnudan. Eso lo ordenan las punteras“.
La historia de amor que vive con Humberto no arrancó sencilla: “Yo empecé como ‘falsa‘, fue un riesgo que corrí. Sabía que él tenía una novia, pero tenía problemas con ella. A mí me salvó que era rutinaria, por mi hermano, y cuando las punteras se dieron cuenta y fueron a decir algo, todo quedó como una calumnia, nadie les creyó y no me pasó nada”.
Amor y control. “¿Que cómo me enamoré de él? Chica, y cómo no hacerlo, eso es lo mejor que me ha pasado en la vida. Ese es el tipo que yo siempre soñé. A ese hombre se le iluminan los ojos cuando me ve; yo soy su todo: su norte, su sur, su este y oeste. Me dice que soy preciosa. Me admira, porque de alguna manera lo que él tiene es por mí. Él ahí es jefe, tiene su cuarto aparte, sus cosas. Yo me muevo, soy una guerrera dentro de la cárcel y él está donde está es por mí y él me lo dice y me lo agradece. Está orgulloso de mí. Él me dice que mi exmarido estaba loco por no tratarme como princesa y no valorarme. Y tiene razón. Me gusta que no me engaña, yo sé muy bien quién es él y él sabe quién soy yo. Ah, ¿que qué va a pasar cuando él salga de ahí? Bueno yo veré, si él va a seguir en malos caminos, yo no sé qué pase; mientras tanto, no le falto nunca. Me llama durante la semana (él tiene un teléfono inteligente). Me dice que me ama. ¿Qué más puedo yo pedir?”.
En efecto, la vida le cambió y sus familiares la ven cómo está dedicada en cuerpo y alma a su novio. Ella ha organizado viajes de visita en grupo, desde donde vive hasta la cárcel: “Yo he contratado taxis. Salimos a las 12 am a buscarlas a todas las que viven cerca y a las 2:30 am ya estamos haciendo la cola. A las 4:30 am empiezan a repartir los números. A las 7:30 am abren la puerta y a las 8:30 am estamos adentro, para aprovechar todo el tiempo posible, hasta las 4 pm que se termina”.
A Paula no le extraña que tantas mujeres se enamoren de reclusos y mantengan una relación estable. “El preso es particularmente especial, no tiene a nadie. Pero además necesita de alguien que le ‘pague la cana‘. Ellos ven a una mujer sola que llega a la visita y se la batallan para ver con quién se queda. Pero a la vez, hay mujeres que les gusta esa vida. Hay unas tan arrechas que le matan al novio allá adentro y al mes ya están empatadas con otro”.
Hay una explicación adicional, que confirma el mito: “Sí, vale, es completamente cierta la fama de la fogosidad de los presos. Muchacha, eso es desde que uno llega. ¡Bueno, pues!, a cada rato y con qué ganas. Ganas de preso, pues. Ahí se presenta la situación es con los que no reciben a nadie, porque tienen que irse a las escaleras o a otra parte. Uno no va a estar ahí teniendo sexo y ellos escuchando”.
Pero advierte que esos encuentros tienen sus consecuencias: “Es como una cultura del preso el no usar condón. Entonces esas mujeres quedan preñadas a cada rato. Ahorita en diciembre se preñó todo el mundo”.
Golpes de rutina. En las fotografías subidas a la red social Facebook, Paula y Humberto se muestran como un par de novios más; de mejillas juntas, acostados, abrazados y compartiendo días de sol. Un “te amo, linda” en cada comentario; un “te extraño” el Día de las Madres (porque ella decidió pasarlo con sus hijas) y abrazos y retratos de amigos en común que comparten penurias y celebraciones entre rejas.
Sin embargo, no son pocas las cosas que le recuerdan a Paula que no todo son corazones: “A mí no me ha pasado nunca, pero hay quien llega y consigue que su marido está con una ‘falsa’ en otro cuarto y hay peleas, gritos. También pasa mucho que los hombres les pegan a sus mujeres. Y nadie se mete; sólo si se come la luz y le saca melaza (sangre)”.
Como la comida del comedor la consideran “terrible”, ella cocina y le lleva la alimentación de toda la semana. Él tiene nevera y microondas. Además, cuenta que las mujeres deben llevar el dinero para pagar la “causa” semanal. En el área de trabajadores cuesta unos 150 bolívares; y en la zona de “malandreo” es más baja: como 70 o 100 bolívares. “Los días especiales se pagan hasta 200 bolívares. Igual que en casos como visita de niños y eso”. En la “fosa” están los “gandules”, los que no pueden estar en ninguna parte, está la escoria, los que deben dormir con un cuchillo bajo el brazo para defenderse. Ahí no se paga.
Paula sabe que hay cosas que Humberto no le dice. Pese a que la mayoría de la población está armada, aún se producen los “coliseos“, esa suerte de acto romano en que un par de reclusos pelea a cuchillo ante la mirada de todos: “Él no me dice, pero yo sé que sí pasa. El otro día yo estaba a punto de entrar a verlo y me llamó para que le comprara urgente pega loca para ponerle en el labio a alguien, herido de arma blanca”.
Las mujeres de los presos no están solas, se tienen unas a otras. Pueden organizar la cena de un 24 de diciembre, una vigilia o el transporte para la visita. Así como hay cosas que ellos no les dicen, ellas también se callan. Por ejemplo, el castigo de las “falsas“.
[Nota: Paula y Humberto no son los nombres verdaderos de los protagonistas de esta historia.]
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