Una hermosa leyenda japonesa, que encontré aquí.
Durante la mayor parte de su historia, Japón ha sido un país pobre, donde la mayor parte de la población vivía en los límites de la subsistencia. En algunas zonas, se extendió la costumbre (o la ley) de llevar a morir a los ancianos a los bosques y montañas cuando comenzaba el invierno, una costumbre japonesa denominada ubasute. De hecho, “Ubasuteyama” puede traducirse como “montaña (‘yama’) en la que se abandonan (‘sute’) los ancianos (‘uba’)”.
A lo que parece, debido a la ley establecida por el señor feudal (‘daimyo’), un hijo hubo de cumplir el penoso deber de llevar a su anciana madre a Ubasute, cargándola a su espalda. Según caminaba, oía de vez en cuando el crujido de las ramas secas a su paso. Al llegar a lo profundo del bosque, se detuvo y bajó a su madre; ésta le instaba a que se fuese antes de anochecer, pero él se resistía a abandonarla. Finalmente emprendió el camino de regreso, pero la oscuridad y la niebla se echaron encima y no acertaba a encontrar el camino, hasta que encontró un rastro de ramas rotas: su madre las había ido partiendo para evitar que se perdiera.
No pudo más; volvió con su madre y a la mañana siguiente regresó con ella a casa, ocultándola para no ser denunciado. A los pocos días, el ‘daimyo’ paso por el pueblo para comprobar que su ley se había cumplido y ofreció un premio a quien pudiera resolver unas pruebas (hacer una cuerda con ceniza, acertar qué extremo de un bastón era el de la raíz y hacer un tambor que sonase sin ser golpeado). En cada prueba, el hijo volvía a su casa y su madre le ofrecía la solución.
El ‘daimyo’ quedó asombrado y antes de darle el premio, le preguntó cómo había encontrado la solución. Entonces el hijo confesó que había incumplido la ley y que había sido su madre quien se las había dado. El ‘daimyo’ no sólo le dio el premio prometido sino que reconsideró su postura y abolió la ley, reconociendo que los ancianos, incluso cuando no fueran capaces de hacer el mismo trabajo físico, sí podían ser de gran utilidad gracias a su experiencia.
Junto al árbol,
seco, llamo a mi padre,
no Ubasute
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